La conquista de los pueblos mesoamericanos es un episodio complejo y extenso en la historia mexicana. A pesar de los estudios y discusiones, aún hay asuntos sin resolver, como el misterioso tesoro de Moctezuma, que ni Hernán Cortés ni sus descendientes pudieron encontrar.
No es un misterio que la conquista estuvo impulsada por la ambición imperialista de la Corona Española y de Hernán Cortés. En su búsqueda de riquezas y nuevas rutas, se encontraron con la gran riqueza acumulada por el yugo mexica. Tras la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz, uno de los primeros asentamientos de la Nueva España, Cortés continuó su exploración militar a pesar de que el gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, le había ordenado regresar a la isla. La ambición personal fue el gran impulsor de su desobediencia.
Conforme avanzaban sobre los pueblos mesoamericanos, los españoles recibían botines de oro de Moctezuma II, quien buscaba convencer a los conquistadores de detener su avance hacia Tenochtitlán. No obstante, estos obsequios solo alimentaron la codicia de los invasores europeos.
Los españoles quedaron asombrados al ver la impresionante ciudad de Tenochtitlán, una ciudad que nunca habían visto. Observaron que, aunque los mexicas eran un pueblo poderoso, también tenían numerosos enemigos. A partir de esto, los conquistadores se aliaron con los tlaxcaltecas.
Hernán Cortés y Moctezuma II lograron inicialmente mantener la situación en paz. Sin embargo, Cortés tuvo que dejar Tenochtitlán para enfrentar a los soldados de Diego de Velázquez, quien había enviado a sus hombres para capturar al “traidor”. La ausencia de Cortés cambió por completo sus planes, ya que Pedro de Alvarado, a quien dejó como representante, perpetró la Matanza del Templo Mayor, provocando la guerra entre conquistadores y mexicas.
Tras la conquista bélica de Tenochtitlán, Hernán Cortés, consciente de la riqueza de la ciudad, reclamó el botín entero de Moctezuma II. No obstante, la ubicación del oro ya se había perdido. Ante tal situación, Cuauhtémoc fue capturado y torturado para que revelara la ubicación del tesoro, pero sin éxito.
A lo largo de los siglos, múltiples personajes han intentado encontrar el tesoro de Moctezuma, aunque sin éxito alguno. En el Archivo General de la Nación (AGN), hay varios testimonios sobre personas que intentaron buscar el tesoro. Francisco Rayas es un caso representativo; en 1583 solicitó permiso para buscarlo en el Cerro de Chapultepec, sin que se tenga registro de la culminación de su exploración.
Según la legislación de la época, todo buscador de tesoros debía solicitar permiso a la autoridad correspondiente, lo que incluía solventar los gastos de la búsqueda y asumir responsabilidades por daños a terceros. En caso de encontrar el tesoro, las autoridades podían prestar ayuda y mandar a una persona capacitada para concluir la misión.
Otro caso registrado por el AGN es el de José Ginata en 1799, quien obtuvo permiso para cavar en la zona del Cuartel Mayor Número Cuatro de la Ciudad de México. Durante casi diez años realizó excavaciones sin éxito y, en 1809, su permiso fue suspendido.
No todos los exploradores tomaron la vía legal; algunos optaron por métodos supersticiosos. En el fondo documental de la Inquisición, hay registros de tales métodos. Juan del Castillo, acusado de prácticas supersticiosas, utilizó la radiestesia y el método zahorí, basado en adivinación. Isabel de Ovejo, en 1652, fue llevada ante el tribunal por hacer tomar peyote a una indígena para que le indicara la ubicación del tesoro.
A pesar de todos estos intentos, el tesoro de Moctezuma nunca fue encontrado y aún es una asignación pendiente del Archivo General de la Nación.