Previo al inicio de los primeros acordes que de lo que fue el primer concierto de Metallica M72 World Tour se dio la típica “ola” por todos los sectores del Estadio GNP en la Ciudad de México (CDMX), entre los gritos de “cerveza, cerveza, cerveza”; a las 21:15 se escuchó el primer guitarrazo acelerado de la banda con “Creeping Death” que puso en modo rocker a todos.
De inmediato siguieron, “Harvester of sorrow”, “Leper Messiah”, “King Nothing”, “72 seasons”, “If darkness had a son”, que demostró que Robert Trujillo es un monstruo del bajo, Kirk Hammett un poseído de su instrumento, Lars Ulrich un endemoniado de su bataca y James Hetfield un poderoso comandante del averno.
Hablar de Metallica es hablar de una banda que ya es de casa, que desde su primer concierto aquel 25 de febrero de 1993 en el Palacio de los Deportes, sintió apego a nuestro país lo cual quedó de manifiesto por los integrantes en cada oportunidad, un regocijo por ver a sus seguidores moshear y corear una y otra vez en cada rola mientras agitaban el puño enérgicamente.
Alguien por ahí comentó “ya se ven viejillos”, pero esos viejos aún saben rockear macizo, y así lo plasmaron con sus majestuosas riffs cuyos dedos apenas se podían apreciar al ejecutar con maestría sus instrumentos.
¡Viva México cabrones!
Como dicen por ahí, pinche pero parejo, Trujillo y Hammett deleitaron a los asistentes con “La Chona”, de los Tucanes de Tijuana, evidenciando el gusto culposo de los más de 65 mil fanáticos que acudieron al Estadio GNP Seguros.
Bajo una luna brillante, cuya luz natural convivió en todo momento con la artificial cuál reflector, así como un clima bondadoso que permitió que el concierto se desarrollara sin inconvenientes climatológicos, los asistentes pudieron apreciar con todo detalle las gesticulaciones de los integrantes de Metallica en las 36 pantallas gigantes del recinto, colocadas en ocho torres, y un buen sonido; algo que siempre se agradece.
Después, “The day that never comes”, reubicó nuevamente al metal a la fanaticada, le siguieron “Shadows Follow”, “Orion”, y después uno de sus himnos, “Nothing else mathers”, que de inmediato oscureció el lugar y acompañó el momento con la luz de los miles de dispositivos celulares.
Para ese momento, el ambiente se puso álgido con “Sad but True” y una vez más el mosheo salió a flote al tiempo que se gritaba fuerte el coro, mientras se agarraba fuerza con uno o dos tragos de cerveza para finalizar con el debido punch la rola.
La bandera de México sirvió de preámbulo en las pantallas para interpretar “Fight fire With Fire”, que de inmediato generó la locura en algunos sectores de la zona general donde el slam se hizo presente al ritmo desenfrenado de la bataca de Ulrich y los riffs de Hetfield y Hammett, mientras desde las incómodas y reducidas gradas se gozaba también el momento.
Unos pistones gigantes aparecieron en las pantallas acompañados de un “Gimme fuel, gimme fire” que salió de la garganta de Hetfield, marcó el inicio de “Fuel” provocando gritos y desenfreno, algo normal para quienes ahí estuvieron. Llegó “Seek & Destroy” y eso alteró y desconectó a los presentes al tiempo que el slam y unas enormes pelotas gigantes rebotaban por encima de las cabezas de los adeptos.
Por último, lápidas sombrías y riffs generosos taladró los oídos de los metaleros con “Master of Puppets”, otro de sus himnos, para corear a todo pulmón “Master, master”.
Al final, cada integrante manifestó su alegría por estar en México, sonó un “viva México cabrones” y cientos de plumillas de guitarra volaron por los aires de manos de estos maestros del speed y trash metal, al tiempo que la pirotecnia iluminó la noche del primer concierto de cuatro que darán en la CDMX los días 22, 27 y 29 de septiembre.