En 1997 una obra aparentemente rutinaria en el corazón de la Ciudad de México se convertiría en uno de los descubrimientos arqueológicos más fascinantes de la historia reciente.
Bajo la supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), las excavaciones para una construcción revelarían un objeto del pasado colonial del país, específicamente con un suceso histórico ocurrido el 30 de junio de 1520.
A este episodio se le conoce como la “Noche Triste”, cuando Cortés lloró la derrota frente a un ahuehuete ubicado en la calzada a Tacuba, en la Ciudad de México.
Cientos de soldados españoles fueron masacrados, otros tantos huyeron junto con Cortés cargados de oro, donde un tejo de oro se hundió en los canales de México-Tenochtitlán, hecho que sería confirmado mucho tiempo después.
La tragedia y el tesoro
Era 1997 y los edificios del Bacen, un proyecto del Banco de México, se convertirían en la sede del Servicio de Administración Tributaria (SAT). El INAH supervisó las excavaciones y las tareas de salvamento en caso de que se encontrara algo durante las obras, de acuerdo con la revista de la misma institución, Arqueología mexicana.
“Los descubrimientos no se hicieron esperar en un área tan extensa como importante de la Ciudad de México, pues había sido parte en un origen del cuadrante noroccidental (Cuepopan) de la isla de Tenochtitlan y, más tarde, del área de la capital novohispana (Santa María) que se localizaba al poniente del núcleo europeo conocido como “la traza”, menciona la publicación.
Se encontraron varios objetos antiguos como cerámica azteca, un horno del siglo XVI, lozas y muchos cadáveres. Sin embargo, el 13 de marzo de 1997 se descubrió el hallazgo más inesperado: una barra metálica amarilla cuadrangular con una marcada curvatura.
Fue encontrada a 4.80 metros de profundidad, en la intersección de las calles Soto y Santa Veracruz, a 33. 20 metros al norte de la avenida Hidalgo, que era Tlaltecayohuacan el canal de los toltecas.
“Tras un largo forcejeo y en medio de una gritería, don Félix (uno de los trabajadores del INAH que recató la pieza) impidió que los ingenieros de la Compañía Excavaciones y Cimentaciones (CECSA) le arrebataran la barra, para luego entregarla a los arqueólogos. Aún así, la disputa entre unos y otros se prolongó durante media hora y hubo al final que recurrir al auxilio de la policía para dirimir el asunto”, menciona la publicación del INAH.
El tesoro de los mexicas
Desde su entrada a tierra azteca hasta la Noche Triste, los españoles se dedicaron a acumular la mayor cantidad de oro posible, según los informantes de fray Bernardino de Sahagún. Arrancaron oro laminado de imágenes divinas, armas, ornamentos de toda índole.
“Se comenzó a fundir con los plateros indios que dicho tengo, naturales de Escapuzalco, e se hicieron unas barras muy anchas dello, como medida de tres dedos de la mano de anchor de cada una barra”, menciona la obra Historia verdadera de Bernal Díaz del Castillo.
Después de la batalla donde los mexicas salieron victoriosos, regresaron a los canales a los objetos que los españoles habían robado. Según el Códice Florentino los tlaxcaltecas y zempoaltecas sacaron de las aguas los objetos sumergidos, los informantes sahaguntinos mencionan “Aquí también tomaron mucho oro en barretas, em vasijas y oro en polvo, y muchas joyas de oro, y de piedras”.
Los análisis
Aunque se realizaron análisis en el mismo año en que la encontraron para corroborar si se trataba de un metal precioso y si correspondía a la ruta de la fuga de la Noche Triste, en 2020 el Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor (PTM) iniciativa del INAH, explicó que era necesario hacer nuevos estudios de la pieza con tecnología de punta para autentificarla.
Los expertos encontraron que a diferencia de otras áreas mesoamericanas como la maya o la mixteca, las piezas de oro recuperadas en las excavaciones del Templo Mayor tienen un porcentaje menor de cobre.
Para el estudio del tejo de oro se utilizó un equipo equipado con Fluorescencia de Rayos X, una técnica multi elemental de alta sensibilidad, no destructiva, no invasiva y sumamente rápida. Esto se llevó a cabo con la colaboración del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de acuerdo con el artículo Tejo de oro hallado en México formó parte de la Noche Triste de National Geographic.
Pudo ser analizado químicamente gracias al apoyo de la arqueóloga Bertina Olmedo, curadora de la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología. Realizaron un total de 23 mediciones de XRF en áreas distintas de esta pieza y, como consecuencia, descubrieron que era muy homogénea en su composición: tenía en promedio 76.22 ± 1.03% de oro, 20.75 ± 0.98% de plata y 3.03 ± 0.53% de cobre, por lo que tuvo que ser fundido a 950º C.
Si se comparan estos valores ternarios del tejo de oro se encontrará que se aproximan a los de otros artefactos mexicas que se estudian en el Museo Nacional de Antropología, de las piezas de oro del Penacho de Moctezuma y del Guerrero de Cleveland.
El tejo de oro se sitúa en la misma área que es ocupada por los artefactos recuperados por el Proyecto Templo Mayor. Además, se localiza exactamente en la región ocupada por las piezas más tardías, las de la etapa VI (1486-1502 d.C.), y particularmente por las halladas en torno al monolito de la diosa Tlaltecuhtli. Lo anterior es significativo, pues la pieza habría sido fundido entre 1519 y 1520 d.C.