Las 00:30 horas del 18 de mayo de 1967 quedó marcado como el momento en que llegó al mundo Osiel Cárdenas Guillén, el sexto hijo de Manuela Guillén y Enrique Cárdenas, en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas. Mientras jefes criminales como Juan Nepomuceno Guerra gozaban de una plena abundancia en la región, Osiel nació en el seno de una familia azotada por la escasez.
En su libro Osiel: vida y tragedia de un capo, el periodista Ricardo Ravelo expone detalles sobre la infancia y la juventud de quien, en la década de 1990, se posicionó como uno de los máximos jefes del Cártel del Golfo y a quien se le atribuye la idea de crear un grupo de sicarios de élite, posteriormente bautizado como Los Zetas.
La obra de Ravelo señala que la familia de Osiel Cárdenas vivía en El Caracol, un rancho ubicado a 72 kilómetros de Matamoros cuyos cultivos comenzaron a desaparecer hacia finales de los sesenta. El nacimiento de Osiel llegó en un momento en que las adversidades parecían no dar tregua.
“Los parientes y amigos cercanos se alejan; los vecinos les cierran sus puertas pues no quieren ser molestados; sus viejos conocidos comienzan a desconocerlos. Los Cárdenas intentan cobrar deudas atrasadas pero nadie les responde. La comida, en otro tiempo abundante, empieza a escasear”, puede leerse en el libro.
En medio de la complicada situación económica de su familia, Osiel se enteró a temprana edad que Enrique Cárdenas en realidad no era su padre biológico, sino su tío. Tales circunstancias provocan que, desde joven, comience a desarrollar un carácter rebelde y colérico, según narra Ravelo.
“El medio que lo rodea es agresivo y Osiel enfrenta al destino con violencia [...] Su mente se dispara en todas direcciones y no acierta en ninguna; con frecuencia se siente extraviado ante la imposibilidad de revertir las adversidades, zozobra prisionero de impulsos y deseos sin dirección”, señala el escritor especializado en temas de seguridad.
Osiel Cárdenas completó sus estudios de primaria y cursó la secundaria en una escuela nocturna del centro de Matamoros. Su comportamiento en las aulas, acorde con la obra, fue motivo de múltiples llamadas de atención.
A su inquietud en la escuela se suma el ambiente de intranquilidad que prevalecía en su casa. Creció “entre baladas inspiradas en dolores sentimentales y amorosos, canciones de cantina y composiciones norteñas que a menudo incitan a la embriaguez y aletargan aún más su apagada conciencia”, escribe el periodista.
Sin éxito, sus tutores trataron de fomentar el crecimiento académico en él. Las frases “el estudio labra el camino al éxito” o “debes estudiar y superarte” eran percibidas por Osiel como algo que no coincidía con su ánimo ni sus aspiraciones.
Antes de cumplir 15 años, Cárdenas Guillén decidió entrar a trabajar al restaurante El Mexicano. Durante el tiempo que le restaba para concluir la secundaria, alternó sus estudios con sus labores como lavaplatos y mesero.
Poco después aprendió el oficio de mecánico y comenzó a ganar algo de dinero en varios talleres. Acorde con el escrito citado anteriormente, sus ingresos constantes, aunque limitados, le ayudaron a tomar algo de confianza, pero la racha positiva fue interrumpida con la muerte de su madre.
Osiel Cárdenas optó por alejarse de su familia y, a los 22 años, logró acumular los recursos suficientes para adquirir un terreno y montar su propio taller mecánico. Dicho inmueble, ubicado en la Calle 14 esquina con Morelos, en la ciudad de Matamoros, se convertiría eventualmente en una base de operaciones para hacer negocios con las autoridades y crecer como narcomenudista, siguiendo el ejemplo de su hermano Rafael.