La caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521 marcó uno de los acontecimientos más trascendentales en la historia de América Latina. Esta fecha simboliza el fin del imperio azteca y el inicio de la colonización española en el Nuevo Mundo.
El conflicto comenzó en 1519, cuando Hernán Cortés llegó a las costas de México. Junto con sus aliados indígenas, los tlaxcaltecas, y aprovechando las divisiones internas del imperio, Cortés fue avanzando hasta llegar a Tenochtitlán, la capital azteca. A lo largo de dos años, hubo enfrentamientos, traiciones y alianzas que debilitaron a los aztecas.
El sitio final de Tenochtitlán fue difícil alrededor de tres meses. Los aztecas, liderados por Cuauhtémoc, defendieron fieramente su ciudad. Sin embargo, la superioridad tecnológica de los españoles, junto con las enfermedades traídas de Europa, como la viruela, y la falta de alimentos y agua, debilitaron gravemente a los defensores.
Finalmente, el 13 de agosto de 1521, Cuauhtémoc fue capturado y cayó Tenochtitlán. La ciudad fue destruida y sobre sus ruinas, los españoles comenzaron la construcción de la Ciudad de México, que se convertiría en la capital del virreinato de la Nueva España. Este evento dio inicio a una nueva etapa histórica en el continente, caracterizada por profundas transformaciones culturales, sociales y políticas.
Para celebrar su victoria, los españoles celebraban anualmente con un desfile conocido como Paseo del Pendón.
De acuerdo con la historiadora Laura Giraudo, este desfile fue el acto protagónico de las celebraciones por la Caída de Tenochtitlan desde 1528 hasta su abolición en 1812. Surgió como una forma de conmemorar el triunfo español sobre los mexicas y a la vez para honrar a los caídos durante la llamada Noche Triste.
La fiesta, que coincidía con el Día de San Hipólito, comenzaba desde el 12 de agosto y se extendía todo el día siguiente. Además de una misa, habían actividades recreativas.
El Archivo Histórico de la Ciudad de México conserva documentos que dan cuenta de la planeación detrás de la festividad, entre ellos las actas de cabildo del 18 de junio de 1840, las cuales señalan que para la planeación de aquel año se otorgarían “pesos de oro de minas” a los participantes, que el pendón sería verde y colorado y que habría corridas de toros, así como un juego de cañas.
Respecto al Paseo del Pendón, el evento más popular, Laura Giraudo señala que consistía en un recorrido en el que era exhibido el real pendón, un símbolo representativo del rey que solamente podía ser visto por las calles de la ciudad durante esta celebración y durante la jura de nuevos monarcas.
La caravana recorría diversas calles principales de la Ciudad de México, comenzando desde el Palacio Virreinal y pasando por importantes sitios religiosos y gubernamentales. A lo largo del recorrido, autoridades civiles, militares y eclesiásticas participaban junto a un numeroso público.
A cargo de portar el pendón real, que también incluía una imagen de la Virgen María, estaba el alférez real, un encargado del ayuntamiento. Cada año se elegía un encargado distinto para esta tarea, que era considerada como una gran responsabilidad y un honor.
Este evento no solo recordaba la conquista española, sino que también buscaba reafirmar la autoridad del virrey y el dominio de la corona española en Nueva España, así como promover la lealtad y la unidad entre las distintas comunidades del virreinato.