Cuauhtémoc tenía apenas 18 años de edad y no pertenecía al linaje gobernante de Axayácatl en Tenochtitlan, aún así, nadie entre los mexicas cuestionó su legitimidad ni se opuso a su ascenso como tlatoani, y gracias a su “belicoso carácter” reorganizó al ejército local, causando desesperación en Hernán Cortés, quien hasta en cinco ocasiones “le rogó” por un encuentro para negociar, expuso la investigadora María Castañeda de la Paz.
Tras la muerte del tlatoani Moctezuma Xocoyotzin y su hermano Cuitláhuac, la coyuntura política de México Tenochtitlan durante la Conquista obliga a buscar un nuevo líder, narró la investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Otros miembros de esa familia estaban gobernando los pueblos más importantes del centro de México, subrayó la investigadora, pero por alguna razón la vista de todos se volvió hacia un joven guerrero de 18 años que en otras circunstancias no habría sido tomado en cuenta.
“Al final se le elige, no se ve que alguien (sólo uno) se oponga a la llegada de Cuauhtémoc, pero parece que es por otro tipo de cuestiones y el pueblo lo acepta unánimemente”, señaló durante la ponencia en el ciclo Cuauhtémoc: a 500 años de su muerte, coordinado por Eduardo Matos Moctezuma, miembro de El Colegio Nacional.
Aunque Cuauhtémoc no pertenecía al linaje que ostentaba el poder en Tenochtitlan, la doble ascendencia de la que provenía, así como el “belicoso carácter” que lo caracterizaba, le permitieron convertirse en tlatoani contra todas las posibilidades.
Durante la llegada de los españoles, Cuauhtémoc se sumó al bando de los sublevados, quienes eran liderados por Cuitláhuac. Este último sí pertenecía al linaje de Axayácatl y tras la muerte de su hermano Moctezuma asumió el cargo de gobernante.
Fue precisamente Cuitláhuac quien propinó una dolorosa derrota a los españoles en la llamada Noche Triste, no obstante, su muerte inesperada por viruela provocó que los mexicas tuvieran que buscar a alguien más para encabezar la rebelión, pero por alguna razón no se escogió a un familiar cercano.
Cuauhtémoc nunca habría estado entre los candidatos naturales para subir al poder, y de no ser por el caos que generó la llegada de los españoles, habría pasado desapercibido incluso por la historia local.
Para ser tlatoani un requisito fundamental era ser un destacado guerrero, y en el escalafón militar es posible que tuviera algún puesto de menor relevancia, pero aún así logró sobresalir gracias a su determinación y métodos para resolver situaciones.
“Es cierto que no tenemos noticia de Cuauhtémoc como parte de las tropas de Moctezuma, tampoco hay un documento que nos diga que él fue uno de los capitanes de Cuitláhuac, pero podemos sospechar que sí lo fue, porque sobre todo su valía queda al descubierto en la manera en que defendió Tenochtitlan, es impresionante”, afirmó María Castañeda de la Paz.
“Fue elegido en el cargo de tlatoani porque era un líder nato, pues hasta en los momentos más duros del asedio no se aprecian fisuras entre él con sus capitanes y el séquito de sacerdotes que lo asesoraban”.
Cuauhtémoc encabezó una dura batalla contra Hernán Cortés
“Su obstinación y confianza en la empresa que lideraba quedó en evidencia en el modo en el que condujo la guerra; desesperado, Hernán Cortés hasta en cinco ocasiones envió a una serie de señores principales a rogarle un encuentro con él, con el objetivo de que se rindiera y evitara más daño y destrucción, temas sobre el que también insistió Bernal Díaz del Castillo”, dijo Castañeda.
Agregó que Cortés “le garantiza que, de rendirse, no tomaría revancha y hasta trataba de quebrar su voluntad con la promesa de algunas mercedes, una costumbre española con antecedentes en el periodo de la reconquista, donde los soberanos musulmanes establecen una serie de acuerdos secretos con los reyes antes de su rendición”.
Ajeno a estas costumbres, “Cuauhtémoc, con una conducta moral intachable, nunca aceptó”, sin embargo, el capitán español logró, más adelante, tenderle una trampa en la que lo capturó.
Avergonzado, el último tlatoani independiente de Tenochtitlan pidió a Cortés que lo sacrificara de forma honrosa, pero el conquistador decidió mantenerlo como prisionero.