La lucha libre es una parte integral de la cultura popular en México, desempeñando un papel significativo en la identidad nacional del país. Desde sus inicios en la década de 1930, la lucha libre ha capturado la imaginación de millones de personas con sus combates acrobáticos y sus personajes enmascarados.
Uno de los aspectos más distintivos de la lucha libre mexicana es la máscara. Este elemento no solo sirve como un accesorio estético, sino que también otorga a los luchadores una identidad secreta, lo que añade un aire de misterio y leyenda a su figura. La máscara, además, tiene profundas raíces en las tradiciones prehispánicas, donde los guerreros usaban máscaras y tocados ceremoniales. Este simbolismo ha perdurado y se ha adaptado a la lucha libre, creando un vínculo entre el pasado y el presente.
La lucha libre es también un espectáculo donde se mezcla el deporte con la teatralidad. Las historias y rivalidades entre luchadores son seguidas con fervor por los fanáticos, generando una narrativa parecida a la de una telenovela. Estas tramas incluyen héroes y villanos, conocidos como “técnicos” y “rudos”, respectivamente.
Los “técnicos” son vistos como los buenos, mientras que los “rudos” encarnan a los malos. Esta dicotomía permite a los aficionados identificarse y tomar partido, aumentando su nivel de compromiso emocional con los combates.
Entre luchadores, técnicos y pasión mexicana
Otra razón del arraigo de la lucha libre en México es su accesibilidad. A diferencia de otros deportes que pueden requerir altas inversiones económicas para practicarse o disfrutarse, la lucha libre ha mantenido precios relativamente accesibles para el público, lo que contribuye a su popularidad en todas las clases sociales.
Además, la lucha libre ha trascendido el ámbito deportivo para dejar una huella en la cultura pop mexicana. Ha influido en el cine con películas de luchadores como El Santo y Blue Demon, quienes se han convertido en íconos nacionales. Asimismo, ha tenido un impacto en la moda, el arte y la música, consolidándose como un fenómeno cultural.
Los eventos de lucha libre también son ocasiones sociales y familiares. Se llevan a cabo en estadios y arenas que se llenan de aficionados de todas las edades, creando un ambiente festivo y comunitario. Esta convivencia refuerza el sentimiento de pertenencia y unidad entre los asistentes.
Por esto, la lucha libre es importante en México no solo por ser un entretenimiento popular, sino también por su capacidad de conectar a las personas con su identidad cultural, sus tradiciones y sus historias compartidas.
El ascenso y la caída del héroe mexicano
Ultraman, conocido en su vida personal como Milo Ventura Chávez, fue un destacado luchador profesional mexicano que alcanzó la fama en los años ochenta. Comenzó su carrera en 1964 bajo el nombre de El Dinámico, adoptando el nombre de Milo Ventura en 1968, y finalmente se transformó en Ultraman en 1975, personaje con el que obtuvo reconocimiento en México y Japón.
Durante la década de los ochenta, Ultraman formó el trío Los Cadetes del Espacio junto a El Solar y Super Astro. Entre sus logros más significativos en la lucha libre mexicana destaca la obtención del Campeonato Nacional de Peso Medio de México. También participó en múltiples luchas de apuestas, enfrentándose en batallas donde ganó y perdió máscaras y cabelleras.
Sin embargo, la carrera de Ultraman también estuvo envuelta en controversias. En un viaje a Japón y Corea del Sur, sufrió un accidente automovilístico en estado de ebriedad, que resultó en la muerte de los pasajeros del otro vehículo.
Aunque no enfrentó consecuencias legales, presuntamente, debido a su influencia política, este incidente afectó gravemente su trayectoria profesional. Según difundió La Jornada, perdió múltiples oportunidades, incluyendo una propuesta para firmar con la NJPW y fue despedido de la EMLL y la UWA.
La vida de “Ultraman” en la central de abasto
Luego de este revés, se trasladó a Tijuana, donde perdió su máscara en enfrentamientos importantes contra luchadores como Brazo de Oro, Cinta de Oro, Sangre Chicana y Halcón de Oro. Posteriormente, incursionó en la política, donde sus contactos intentaron posicionarlo como candidato a la presidencia municipal de Nezahualcóyotl, aunque problemas legales lo alejaron de la contienda.
Eventualmente, Ultraman se retiró de la lucha libre y se unió a una iglesia tras reconocer problemas de ego, trabajando en la Central de Abastos de la Ciudad de México. Según El Universal, en los años noventa, tuvo un resurgimiento en la política, alcanzando el puesto de diputado federal.
Su vida profesional y personal reflejó una transición compleja, llena de altibajos, del cuadrilátero a la vida pública.