México es un país que, debido a su ubicación geográfica, se encuentra expuesto frecuentemente a fenómenos meteorológicos de gran intensidad, incluyendo huracanes. Estos eventos climáticos, que son una amenaza recurrente en las temporadas de huracanes del Atlántico y el Pacífico, pueden variar significativamente en su fuerza y el daño que causan.
Beryl, que actualmente se dirige a la península de Yucatán y que impactará este viernes 5 de julio, se mantiene hasta las 03:00 horas como un huracán de categoría 2 en la escala Saffir-Simpson, lo que lo hace particularmente notable por su capacidad de devastación.
Pero, ¿qué significa exactamente que un huracán sea de categoría 2 y cómo impacta específicamente a México?
Sus características
Un huracán de categoría 2 en la escala Saffir-Simpson se distingue por tener vientos sostenidos que oscilan entre 154 y 177 kilómetros por hora. Aunque no alcanza la fuerza devastadora de las categorías superiores, los huracanes de categoría 2 pueden provocar daños significativos a estructuras, vegetación, infraestructuras y causar peligros a la vida humana.
Las viviendas y edificios que no están adecuadamente reforzados corren un alto riesgo. Los techos de algunas estructuras pueden verse dañados, al igual que las puertas y ventanas. Se pueden producir desprendimientos de tejas y daños importantes en líneas exteriores como aquellas de electricidad y telecomunicaciones. Los remolques y hogares móviles, especialmente aquellos sin anclajes sólidos, son particularmente vulnerables y pueden volcarse fácilmente.
La vegetación también sufre de manera significativa. Los árboles grandes y pesados pueden ser arrancados de raíz o sufrir la rotura de ramas grandes. La caída de estos árboles puede bloquear carreteras, interrumpir servicios de emergencia y dañar viviendas, automóviles y otras propiedades. En zonas urbanas, la vegetación caída puede obstruir el tráfico vehicular y peatonal durante días.
Las áreas costeras son especialmente vulnerables a marejadas ciclónicas que pueden acompañar a un huracán de categoría 2. Estas marejadas, que elevan el nivel del mar, pueden causar inundaciones en zonas bajas, dañando infraestructura costera como muelles, puertos y carreteras. Las inundaciones pueden arrastrar vehículos y poner en peligro la vida de las personas que no hayan evacuado a tiempo.
Los vientos fuertes pueden derribar líneas de electricidad y postes de servicios, resultando en cortes de energía que pueden extenderse por varios días. La falta de electricidad afecta a la cadena de suministro de agua potable y servicios sanitarios, incrementando la posibilidad de problemas de salud pública. Además, las comunicaciones pueden verse interrumpidas, dificultando la coordinación de esfuerzos de rescate y asistencia.
En octubre de 2009, el huracán Rick afectó la costa occidental de México, después de haber alcanzado previamente la categoría 5 en el Océano Pacífico. En su llegada a tierra, provocó lluvias intensas, desbordamientos de ríos y deslizamientos de tierra en estados como Sinaloa y Baja California Sur. Los cultivos y las viviendas sufrieron daños significativos, además de la interrupción de servicios esenciales como la electricidad y el agua potable.
Medidas preventivas
Dada la peligrosidad, es esencial que las comunidades en el camino de un huracán de categoría 2 tomen precauciones serias. Las autoridades locales suelen emitir recomendaciones de evacuación para las áreas más vulnerables, como aquellas cerca de la costa o en zonas bajas susceptibles a inundaciones. Los ciudadanos deben asegurar sus propiedades lo mejor posible, retirar objetos sueltos que puedan convertirse en proyectiles con el viento, y tener un kit de emergencia preparado con suministros básicos como agua, alimentos no perecederos y medicamentos.
La preparación comunitaria juega un papel crucial. Los gobiernos locales y las organizaciones de emergencia suelen estar activos en la diseminación de información, preparación de refugios y coordinación de recursos. Las escuelas, hospitales y otros edificios públicos son evaluados y preparados para servir como refugios seguros. También se implementan planes de contingencia para asegurar que los servicios esenciales se restauren lo más rápido posible post-huracán.