Receta de gelatina de leche búlgara con mermelada de fresa rica en probióticos

La leche búlgara, o kéfir es una bebida de leche fermentada que protege contra la acidez del estómago y ayuda a recuperar la flora intestinal

Los probióticos pueden ayudar a mejorar la flora intestinal (Imagen Ilustrativa Infobae)

Esta gelatina es una deliciosa y saludable opción para aquellos que buscan un postre cargado de probióticos, la cremosidad y textura única de la leche búlgara y el dulzor de la mermelada de fresa crean una combinación irresistiblemente deliciosa.

Este postre es una excelente manera de incorporar los beneficios de la leche búlgara o kéfir. Los probióticos son productos con microorganismos vivos, como bacterias y levaduras que se encuentran en alimentos fermentados y suplementos dietéticos según el artículo Actividad biológica y potencial terapéutico de los probióticos y el kefiran del grano de kéfir del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

“Mientras que los probióticos son microorganismos vivos, principalmente bacterias, los prebióticos son alimentos biológicamente activos, como carbohidratos, que al ser fermentados por las bacterias intestinales, promueven el crecimiento, modifican la actividad y la composición de la microbiota intestinal” se menciona en el artículo.

Las bacterias microflora, o microflora bacteriana, están presentes naturalmente en el cuerpo, especialmente en el aparato digestivo, ayudan a mantener la salud intestinal al impedir que microorganismos perjudiciales colonicen el intestino.

Los probióticos refuerzan esta barrera intestinal y promueven el crecimiento de bacterias buenas. Al ser fermentados por las bacterias intestinales, favorecen el crecimiento y actividad de la microbiota, equilibrando la flora intestinal y fortaleciendo su función de barrera.

Cómo preparo esta deliciosa gelatina

El tiempo total de preparación de este postre es de 3 horas (Imagen Ilustrativa Infobae)

La dificultad para preparar este postre es baja y rinde para 10 porciones. El tiempo total de preparación es de 3 horas. Esta receta es de María Carmen y está publicada en la página de Cookpad. Si quieres reducir las calorías de esta gelatina puedes usar mermelada y azúcar light.

Ingredientes

  • 1 ½ tazas de búlgaros o kefir
  • 1 taza de mermelada de fresa
  • 1 taza de azúcar
  • 3 sobres de grenetina
  • ⅓ de taza de agua fría

Procedimiento

  1. Hidrata la grenetina en el agua fría.
  2. En un tazón grande agrega la leche búlgara y el azúcar.
  3. Mezcla con un batidor de globo, incorpora la mermelada y vuelve a mezclar.
  4. Diluye la grenetina metiéndola al microondas por 20 segundos
  5. Agrega a la mezcla de leche búlgara.
  6. Vierte en un molde para gelatina y refrigera hasta que cuaje.
  7. Puedes decorar con fresas.

La historia de la fermentación de la leche

Los búlgaros de leche contribuyen a la prevención de muchas enfermedades. (Facebook: Ma Isabel Angeles)

La transformación de la leche en otros productos, como las leches fermentadas, tiene una historia muy antigua y diversa, según el artículo Leches fermentadas como vehículos de probióticos escrito por el profesor Mariano García del Departamento de Biotecnología de la Universidad Autónoma Metropolitana, México.

La fermentación de la leche puede ocurrir tanto en su estado natural como cuando se ha modificado, descremada o concentrada. Este proceso puede ser realizado por varios microorganismos, ya sea individualmente o en combinación.

El grupo de microorganismos más relevante son las bacterias lácticas, que participan en muchas fermentaciones. También intervienen las levaduras, que son otro tipo de microorganismos.

“En nuestro país se fabrican industrialmente yogurt, Yakult y productos similares, jocoque (conocido en otros países como “buttermilk”), y jocoque árabe o labne, siendo el yogurt el más importante, ya que su consumo puede estimarse en de 160 mil toneladas por año. En forma casera hay también en México fabricación de leches fermentadas como los búlgaros (conocido en otras partes como kéfir), además del yogurt, jocoque y labne”, menciona el profesor.

Desde hace muchos años, las leches fermentadas han sido consideradas beneficiosas para la salud. A finales del siglo XIX, Elie I. Metchnikoff, microbiólogo ucraniano, sugirió que consumir leches fermentadas como el yogurt aumentaba la longevidad de los habitantes de Europa Central, quienes consumían mucho de este producto y vivían muchos años.

Aunque Metchnikoff fue un científico destacado y recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1908 por sus investigaciones en inmunología, esta afirmación carecía de una base científica sólida. No obstante, ayudó a construir la imagen del yogurt y otras leches fermentadas como alimentos saludables.

En 1930, un científico japonés de la Universidad de Kioto, Minoru Shirota, aisló una cepa de Lactobacillus casei de heces humanas y la cultivó en leche, creando una bebida con propiedades probióticas. Shirota atribuyó a este lactobacilo la capacidad de promover la salud intestinal y prevenir enfermedades mediante su consumo oral, y en 1935 desarrolló el Yakult, la primera leche fermentada diseñada específicamente como probiótico.

Junto con Metchnikoff, Shirota fue uno de los pioneros en el estudio de probióticos, aunque las bases científicas más robustas de los verdaderos beneficios de estas bacterias lácticas en la salud comenzaron a estudiarse con mayor rigor desde mediados de la década de 1980.

En Rusia y la antigua URSS, el koumiss, una leche fermentada típica producida con leche de yegua, se ha utilizado durante muchos años en algunos hospitales para tratar a pacientes con tuberculosis.

Según el profesor Mariano no hay informes científicos fiables que demuestren que este producto mejore la condición de estos pacientes, pero este es uno de los mitos folklóricos que rodean a las leches fermentadas como alimentos “saludables” o “terapéuticos”, lo que finalmente se relaciona con el concepto de probióticos.

El uso terapéutico de los probióticos fuera del ámbito de las leches fermentadas fue establecido en 1906 por Henry Tissier, quien usó cepas de Bifidobacterium bifidum aisladas por él mismo entre 1899 y 1900 para tratar la diarrea en niños.