¿Cómo fueron los últimos momentos de Maximiliano de Habsburgo antes de ser ejecutado?

Un día como hoy, 19 de junio, del año 1867, fue ejecutado el emperador junto a Miguel Miramón y Tomás Mejía

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Maximiliano fue ejecutado en el Cerro de las Campanas, Querétaro. (Foto: AGN)
Maximiliano fue ejecutado en el Cerro de las Campanas, Querétaro. (Foto: AGN)

Un día como hoy, 19 de junio, pero de hace 157 años, en 1867, fue fusilado quien fuera el segundo emperador de México, Maximiliano de Habsburgo, quien murió al lado de sus dos generales conservadores: Miguel Miramón y Tomás Mejía.

En el texto El fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo, de Isaí Hidekel Tejeda Vallejo, se cuenta a detalle cómo fueron los últimos momentos de vida del emperador, y cómo es que fue fusilado en el Cerro de las Campanas, en Querétaro.

En dicho texto, se narra que a las 4 de la mañana de ese 19 de junio, el sacerdote Manuel Soria y Breña se presentó a la celda de Maximiliano. El cura encontró despierto al exemperador, quien ya estaba condenado a muerte. Maximiliano estaba vestido y aseado de su rostro y cabello. Ambos iniciaron, conforme a los cánones de la iglesia católica, el rito de confesión. Los generales Miramón y Mejía hacían lo mismo en las celdas contiguas.

Una hora después, se ofreció una misa en la que estuvieron presentes los tres reos.

Al cuarto para las 6 de la mañana, se sirvió el desayuno para Maximiliano, que consistió en café, pan, pollo y vino tinto. A las 6 de la mañana el coronel Miguel Palacios arribó a la prisión de Las Capuchinas, donde se encontraba Maximiliano y sus generales. Escoltado por una guardia de soldados, invitó a los reos a salir de la prisión, en donde tres carruajes les esperaban junto con decenas de soldados que les habrían de escoltar. Maximiliano y su sacerdote subieron al carruaje, y toda la comitiva se dirigió al Cerro de las Campanas. Ya en el lugar en el que serían ejecutados, estaba todo listo. Se había improvisado un paredón con adobes, 4 mil soldados republicanos en torno al sitio se encontraban formados. Lucían sus uniformes con gallardia, alta dignidad y honor.

El emperador fue condenado a muerte.
El emperador fue condenado a muerte.

Un silencio imperturbable esperaba el arribo de los condenados a muerte. A lo lejos se contemplaba el cortejo que se aproximaba al lugar.

Al llegar los tres carruajes, bajaron los reos acompañados de sus sacerdotes y algunos extranjeros. Maximiliano, de manera serena, le dijo a sus compañeros: “vamos señores”. Se les encaminó al paredón donde ya estaban los pelotones de fusilamiento. Algunos curiosos se acercaron a ver el momento de la muerte del emperador europeo.

Maximiliano sacó de su bolsa un puño de monedas de oro y las repartió entre los soldados del pelotón. Les pidió que no le apuntaran al pecho y cedió su lugar al centro al general Miramón, situándose a su izquierda, y exclamó: “Voy a morir por una causa justa, la independencia y libertad de México, que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria. ¡Viva México”.

Maximiliano separó su larga y rubia barba, echándola hacia sus hombros, y mostró su pecho. Se dio la indicación al pelotón y a la voz de ¡fuego! se detonaron las descargas mortales. Maximiliano recibió seis balas, y cayó boca arriba. Aún contuvo un poco de vida, y con los ojos abiertos, quiso levantar el brazo derecho moviéndose ligeramente de derecha a izquierda, y exclamó con voz entrecortada “¡hombre!” El jefe del pelotón se acercó al cuerpo y ordenó a uno de sus hombres que le diera el tiro de gracia, apuntando a su corazón y disparando a quemarropa. Se oyó la detonación y Maximiliano expiró. Su ropa comenzó a incendiarse, por lo que fue necesario lanzarle un poco de agua.

De esta manera terminaba la vida y el sueño imperial de Maximiliano de Habsburgo.

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