A principios de la década de los ochenta, en el entonces Distrito Federal ocurrió un filicidio que tuvo un impacto a nivel nacional por las diversas conjeturas que se formularon sobre las causas del crimen (que incluyen “celos”, pobreza, marginalidad y violencia familiar) y la narrativa que adoptaron los medios de comunicación para dar a conocer un hecho: Elvira Luz Cruz, una joven originaria de Michoacán, estranguló en un acto de supuesta desesperación a sus cuatro hijos menores de 6, 3, 2 años y dos meses de edad, respectivamente.
Primero fue Israel, luego Eduardo y después María. Hasta el último fue Marbella. Todos fueron asesinados por las manos de su madre, quien intentó quitarse la vida luego de consumar el crimen. El multihomicidio ocurrió en la mañana del 9 de agosto de 1982 al interior de una vivienda ubicada en la calle Jacarandas de la colonia Bosques del Pedregal.
Por esos cruentos hechos, en enero de 1984 Elvira fue declarada culpable y la sentenciaron a 23 años de prisión. El Ministerio Público exigía una pena mayor, pues argumentaba que debido a su “temibilidad” tenía que recibir un castigo más severo. En noviembre de ese mismo año, un tribunal modificó la sentencia a 28 años de prisión.
Elvira estuvo tras las rejas durante 10 años y 11 meses. El 9 de julio de 1993, la mujer michoacana fue liberada gracias al trabajo de sus defensores, quienes encontraron decenas de irregularidades en la condena, como el privilegio que se le dio a la declaración de los testigos acusatorios.
Durante el tiempo que estuvo en prisión, Elvira hizo lo que no pudo en libertad. Logró concluir sus estudios de primaria, cursó la secundaria y el bachillerato y también tomó clases de mecanografía e inglés. Aunque se volvió a casar, no tuvo más hijos.
Versiones sobre causas del filicidio
A partir del 10 de agosto de 1982, las notas rojas que circularon en México construyeron una narrativa mediática para dar a conocer el caso. Como sucede con los crímenes que tiene un impacto en la sociedad, la prensa se encargó de dar un apodo a Elvira: ‘La Fiera del Ajusco’.
Las razones tienen que ver con las distintas versiones que se formularon sobre las causas del crimen. En un primer momento, La Prensa reportó que Elvira había tenido un arranque de “celos” hacia su esposo Nicolás Cruz Soto, con quien procreó tres de sus cuatro hijos. Su primer vástago, Eduardo, lo tuvo con un hombre llamado Marcial Caballero, de quien se separó cuando estaba embarazada.
Debido a que Nicolás tenía otra hija con una mujer diferente, Elvira supuestamente tenía celos hacia él. Bajo esa narrativa, los medios de comunicación también la apodaron como ‘La Medea del Ajusco’. En los reportes se indica que en los días previas al multihomicidio, Elvira había sostenido discusiones con el padre de sus hijos, quien solía violentarla de manera constante, además de no hacerse responsable de su familia. Tras los pleitos, ambos se separaron.
Nicolás tomó sus pertenencias y las llevó a la casa de su madre, Eduarda Cruz, pero olvidó su guitarra. En la mañana del 9 de agosto de 1982, Eduarda acudió al domicilio de la calle Jacarandas para recoger el instrumento de su hijo. Cuando entró a la vivienda, encontró a Elvira ahorcando a su niña recién nacida. Sus otros tres hijos yacían sin vida en el suelo.
Al cabo de unas semanas y con base en los testimonios recabados, La Prensa dio a conocer otra posible causa del crimen: su situación económica y el hambre que inundaba a la familia. De acuerdo con el diario, Elvira había terminado con la vida de sus hijos porque “no paraban de llorar” por la falta de alimentos.
“Estoy arrepentida de lo que hice, pero al ver llorar a mis hijos de hambre y no tener dinero para comprarles alimentos, me desesperaron. Por eso tomé la determinación de estrangularlos. Lamentablemente no me fui con ellos”, fueron las palabras que Elvira pronunció al momento de su detención, según registros del medio citado.
El caso llevó a que la historia de Elvira fuera contada a través de otros productos narrativos pertenecientes al teatro y el cine. El dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda estrenó su obra “La Fiera del Ajusco” en el Festival de Teatro Latinoamericano en septiembre de 1985, en el Teatro Santa Catarina.
En el ámbito de la producción cinematográfica, en 1985 se estrenó el documental “Elvira Luz Cruz, pena máxima”, dirigido por Dana Rotberg y Ana Díez, en el que se retoma el testimonio de personas allegadas al caso, desde los vecinos del Ajusco hasta Nicolás Cruz y la abogada que representó a Elvira.
En 1986, el cineasta Felipe Cazals proyectó su película “Los motivos de Luz”, la cual llevó a que Elvira presentara una demanda contra la productora por difamación. Pese a ello, el filme recibió siete nominaciones en los premios Ariel, incluida la categoría a mejor película.
A más de cuatro décadas de lo ocurrido, el caso sigue teniendo impacto debido a las problemáticas que rodearon los hechos, como las cuestiones sociales y económicas bajo las que creció Elvira, aunado al entorno violento y machista en el que se vio sometida.
La investigadora en prevención del delito y derechos humanos, María de Lourdes Pérez Medina, hace unos apuntes al respecto en su análisis sobre la película de Cazals. La académica menciona que en este caso en particular se suele dejar de lado el estrato social marginado del que proviene Elvira: nació en Milipillas, Michoacán, en 1954. Tuvo ocho hermanos, pero desde pequeña fue víctima de abusos y violencia familiar. El padre de Elvira era alcohólico y solía golpear a su madre.
“En ella se consumaban estas privaciones además de las violaciones en razón de su condición de mujer, en un ambiente marcadamente machista, en el que se identifica como víctima de violencia de género, en la que el uso de la fuerza para resolver conflictos interpersonales, era para ella lo cotidiano”, apunta María de Lourdes.
Sin el afán de justificar el múltiple homicidio, organizaciones feministas apuntaban que Elvira era a su vez “víctima de un sistema social” que no garantiza las condiciones óptimas para que las mujeres en condiciones de marginalidad ejerzan una “maternidad digna”. La antropóloga social Yanina Ávila señaló en su momento a La Prensa que Elvira se vio “acorralada” por el entorno violento al que la sometió su suegra y su esposo, quien, por el hecho de ser hombre, no cargaba con el peso de la desesperación que sufría la madre, a pesar de no proveer recursos para mantener a su familia.
Pese a estas críticas, el caso aún es recordado bajo la narrativa de los medios de comunicación que narraron los hechos en un tono sensacionalista, centrándose en los “celos” y en los llantos de los menores por el hambre como causas determinantes del crimen.