Cuenta la leyenda que Carmen Romero Rubio, quien fuera esposa del general Porfirio Díaz, pretendió incrementar la belleza de los de por sí preciosos canales de Xochimilco, mediante la introducción de una planta exótica. Incluso, se menciona que existe una fotografía que retrata el momento en que la entonces primera dama deposita una hermosa planta ornamental en el agua.
Sea cierta o no esa historia, lo que es un hecho es que la Eichhornia crassipes, conocida como lirio acuático y proveniente de la cuenca del Amazonas, llegó a aguas mexicanas a fines del siglo XIX y, desde entonces, se ha convertido en uno de los peores depredadores de los grandes cuerpos de agua del país.
Si bien la invasión del lirio acuático en México no es un fenómeno nuevo, su impacto nunca había sido tan devastador como ahora que llevamos una prolongada sequía y que los niveles de agua en nuestros cuerpos de agua se encuentran en mínimos históricos.
El problema principal radica en cómo esta planta afecta la calidad del agua. Al cubrir la superficie de lagos y lagunas, el lirio acuático impide la entrada de luz solar, lo que limita la fotosíntesis de plantas acuáticas nativas. Esto reduce los niveles de oxígeno en el agua, creando zonas muertas donde pocas especies pueden sobrevivir. La descomposición del lirio acuático muerto contribuye a la eutrofización, liberando nutrientes que fomentan el crecimiento de algas nocivas y empeorando aún más la calidad del agua.
De acuerdo con información de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), tenemos al menos 300 lagos y lagunas con esta plaga, lo que se traduce en alrededor de 70 mil hectáreas de cuerpos de agua cubiertas por lirio acuático.
Sin embargo, no todo está perdido. Existen ejemplos de esfuerzos exitosos para controlar esta plaga, como en la Laguna de Valsequillo o los lagos de Chapala y Pátzcuaro, donde se implementó un programa de control biológico utilizando el insecto Neochetina eichhorniae, que se alimenta exclusivamente de lirio acuático.
Este método ha demostrado ser efectivo y sostenible a largo plazo, reduciendo significativamente la cobertura de lirio sin los efectos secundarios dañinos de los herbicidas químicos.
La remoción mecánica también ha sido utilizada en varios cuerpos de agua, aunque es una solución costosa y de corto plazo. En Xochimilco se han llevado a cabo proyectos de limpieza que combinan la recolección manual y el uso de maquinaria especializada. Estos esfuerzos son efectivos momentáneamente, pero requieren de una inversión continua para evitar la recolonización.
Es crucial que las autoridades y la sociedad en general comprendamos que el control del lirio acuático no es sólo un asunto ambiental, sino también de salud pública y económico. El agua contaminada por el lirio acuático no es apta para el consumo humano, pero sí lo es para la propagación de enfermedades.
La solución a este problema pasa por una gestión integral del agua que incluya la prevención de la contaminación, el control biológico del lirio acuático y la inversión en tecnologías de tratamiento de aguas residuales. Además, es fundamental fomentar la educación ambiental para que las comunidades comprendan la importancia de cuidar nuestros cuerpos de agua y se involucren activamente en su conservación.
Siguen las clausuras
Como he venido señalando, la proliferación desmedida y sin control de los negocios rellenadores de agua ponen en riesgo la salud pública. Afortunadamente, parece que algunas autoridades estatales y municipales empiezan a ser sensibles ante la problemática. Cada vez es más común encontrar en la prensa notas sobre la clausura de rellenadoras que no cumplen con las normas sanitarias o que operan en la clandestinidad. Ojalá se redoblen esfuerzos en todos los municipios del país.