Esta es la velocidad a la que se le considera que es peligroso el viento para realizar actividades en exteriores

Las medidas preventivas y la atención a los pronósticos son esenciales para garantizar la seguridad

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Cuando se habla de la velocidad del viento, generalmente se mide en kilómetros por hora (km/h) o millas por hora (mph). / (AP Foto/Steven Senne)

El viento, ese fenómeno natural que puede pasar desapercibido en muchas ocasiones, se convierte en una fuerza notoria y a veces destructiva cuando alcanza ciertas velocidades. Conocer cuándo el viento se convierte en un riesgo es vital para garantizar la seguridad en las actividades al aire libre.

Cuando se habla de la velocidad del viento, generalmente se mide en kilómetros por hora (km/h) o millas por hora (mph). Para poner en perspectiva la medida del viento, la escala de Beaufort es una de las más usadas; esta escala clasifica la intensidad del viento desde 0 (calma) hasta 12 (huracán). En este contexto, resulta esencial identificar los umbrales de peligro en función de la velocidad del viento y sus posibles consecuencias.

A partir de los 50 kilómetros por hora, el viento comienza a considerarse peligroso para realizar actividades al aire libre. A esta velocidad, las ráfagas pueden ser suficientemente fuertes para derribar ramas de árboles, mover objetos sueltos en espacios abiertos y afectar la estabilidad de las personas mientras caminan o realizan cualquier tipo de ejercicio al aire libre. Además, el riesgo de accidentes en la conducción de vehículos aumenta considerablemente, especialmente para motocicletas, bicicletas y vehículos de gran tamaño como camiones.

A velocidades de 50 a 60 km/h, se pueden observar daños leves a moderados en estructuras más frágiles, así como en vegetación. Los deportes y las actividades recreativas al aire libre se vuelven peligrosos. Las competiciones deportivas, festivales al aire libre, y eventos similares pueden enfrentarse a cancelaciones o retrasos para garantizar la seguridad de los participantes y espectadores.

Cuando el viento supera los 60 kilómetros por hora, el nivel de peligro se incrementa significativamente. A esta velocidad, los árboles pueden empezar a desplomarse, las tejas y elementos de construcción pueden desprenderse, y las líneas eléctricas pueden sufrir daños, provocando cortes de energía. La navegación también se vuelve riesgosa, ya que las olas en cuerpos de agua pueden incrementarse considerablemente, afectando a embarcaciones pequeñas.

Al llegar a velocidades de 70 km/h o más, se consideran condiciones de tormenta. Las ráfagas de esta magnitud pueden arrancar árboles de raíz, dañar severamente edificios, causar interrupciones en el suministro eléctrico y convertir objetos sueltos en proyectiles peligrosos. En estos casos, las autoridades meteorológicas suelen emitir alertas, y se recomienda que las personas permanezcan en el interior de sus hogares, evitando salir o realizar cualquier actividad al aire libre. Los servicios de transporte, esencialmente los aviones y barcos, pueden sufrir cancelaciones y retrasos importantes debido a los riesgos asociados con estas ráfagas de viento.

Viento fuerte en el mar
Viento fuerte en el mar afecta a dos jóvenes Crédito Cuartoscuro

En situaciones extremas, cuando los vientos alcanzan velocidades superiores a los 90 km/h, se entra en la categoría de vientos huracanados, los cuales son extremadamente peligrosos y destructivos. En estos casos, es extremadamente crítico que la población siga las recomendaciones de las autoridades, pues los efectos pueden incluir daños catastróficos a la infraestructura, estructuras colapsadas, inundaciones causadas por lluvias intensas y olas impulsadas por los vientos.

Para mitigar los riesgos, es fundamental que la población esté informada y tome medidas adecuadas durante períodos de fuertes vientos. Algunas recomendaciones incluyen asegurar objetos sueltos en el exterior de las viviendas, podar árboles para evitar la caída de ramas, y tener un plan de emergencia en caso de cortes de energía prolongados o daño estructural a la vivienda.

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Para mitigar los riesgos, es fundamental que la población esté informada. / EFE/ Ángel Hernández

Asimismo, las personas que planifican actividades al aire libre deben consultar los pronósticos del tiempo y estar atentos a las posibles alertas meteorológicas. Si se anuncian vientos fuertes, es prudente posponer u organizar alternativas para dichas actividades.

Las empresas y organizaciones también juegan un papel crucial. Es vital que implementen protocolos de seguridad para proteger a sus empleados y bienes durante períodos de vientos fuertes. Esto incluye asegurar equipos y estructuras, proporcionar información y capacitación a los empleados sobre cómo actuar ante estas situaciones, y monitorear constantemente las condiciones meteorológicas para tomar decisiones informadas.

Finalmente, la tecnología ha avanzado considerablemente, permitiendo una mejor predicción y monitoreo de condiciones climáticas extremas. Las aplicaciones móviles y los servicios en línea ofrecen actualizaciones en tiempo real sobre la velocidad del viento y condiciones meteorológicas, facilitando la toma de decisiones informadas tanto para individuos como para organizaciones.

El viento representa un riesgo significativo para las actividades al aire libre cuando excede los 50 kilómetros por hora. Las medidas preventivas y la atención a los pronósticos son esenciales para garantizar la seguridad. La cooperación entre individuos, comunidades y organizaciones es imprescindible para mitigar los efectos adversos de los fuertes vientos.

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