La elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina, pues el próximo 2 de junio, en menos de un mes, se llevarán a cabo. Una de las cosas que más llaman la atención de las próximas elecciones, es que dos de los tres candidatos son mujeres, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, y son las que más fuertes llegan, según las encuestas.
Esto quiere decir que, si nada extraordinario sucede, una de ellas llegará a la Presidencia de México.
Esta, se dice, podría ser la primera vez que una mujer gobierne México, sin embargo, hay registros de que en el pasado, una mujer ya pudo gobernar el país.
¿Quién fue la mujer que logró gobernar México?
María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha, mejor conocida como Carlota de Bélgica, nacida en Bruselas el 7 de junio de 1840, fue una figura notable en la historia de México, aunque su origen es belga. Archiduquesa de Austria por matrimonio con Fernando Maximiliano de Habsburgo, Carlota ocupó un lugar destacado en la política mexicana durante el Segundo Imperio Mexicano. La pareja llegó a este país, invitada por un grupo de notables mexicanos y con el apoyo de Napoleón III de Francia, desembarcando en Veracruz el 28 de mayo de 1864 con la intención de establecer un nuevo orden político.
Como emperatriz y en ausencia de Maximiliano, Carlota asumió un papel de liderazgo, ejerciendo funciones de regente en varias ocasiones. Durante estos periodos, demostró una notable capacidad de decisión y participación en la política del país. Su actuación se caracterizó por impulsar reformas significativas en diferentes ámbitos. En el laboral, abolió los castigos corporales y estableció límites a las jornadas de trabajo, medidas que marcaban un progreso hacia la protección de los derechos de los trabajadores. En el ámbito social, se dedicó a apoyar a los sectores más vulnerables de la población, destinando recursos a la creación de obras de caridad, guarderías, asilos, y orfanatos. Por otro lado, en materia educativa, su legado incluye la fundación de un conservatorio y una academia de artes, así como la promulgación de la Ley de Instrucción Pública, garantizando la educación primaria obligatoria y gratuita.
No obstante, las políticas liberales adoptadas por Maximiliano y Carlota distanciaron el apoyo de los conservadores mexicanos. A esto se sumó la retirada del ejército francés y el rechazo que enfrentaban por parte de los seguidores del gobierno republicano de Benito Juárez. Ante este panorama adverso, Carlota decidió viajar a Europa en busca de apoyo para la causa imperial. Sin embargo, ni la nobleza europea ni el papa Pío IX respondieron favorablemente a sus peticiones. Durante su estancia en Roma, comenzó a mostrar signos de desequilibrio mental, situación que empeoró tras recibir la noticia del fusilamiento de Maximiliano.
El resto de su vida, Carlota la pasó recluida, mudándose del Castillo de Miramar al de Tervuren, y finalmente al de Bouchout, donde falleció el 19 de enero de 1927. Su historia es un testimonio de los turbulentos cambios sociales y políticos en México durante la segunda mitad del siglo XIX, y su papel como emperatriz refleja tanto sus intentos de reforma como las complejas dinámicas de poder de la época.