Ya mencionamos cómo el pensamiento se ha asimilado a la idea de un lenguaje. Las criaturas sin lenguaje conceptual no pueden generar pensamientos.
Ahora vamos a acercarnos a la idea de lo mental desde una postura cientificista y reduccionista. La idea de que las distintas ciencias son los medios que permiten conocer la realidad se encuentra difundida y aceptada desde inicios del siglo XX.
En este sentido es la física la ciencia encargada de estudiar la realidad y descubrir las teorías que describan el funcionamiento de esta. Dicho desde esta línea de pensamiento todos los fenómenos naturales son descriptibles en una teoría científica, incluyendo el contenido mental como los pensamientos, ideas o recuerdos que se forman en la mente de los individuos.
Sin embargo, podemos ir más atrás y mencionar lo que se entiende generalmente por contenido mental y su relación con lo que se ha dicho de la ciencia. De manera general, puede afirmarse que todo contenido mental se dirige a algo. Un pensamiento es un pensamiento de algo. Un deseo es desear algo. Un recuerdo es un recuerdo de algo etc., a esta cualidad de lo mental se le conoce como intencionalidad.
El problema que surge respecto a la intencionalidad y la psicología científica es que se reduce el contenido mental a la referencia de las palabras. De esta manera pensar en un objeto es establecer una relación de referencia entre el pensamiento y el objeto. Esto puede aplicarse a todos los contenidos mentales.
La cuestión al respecto es cómo encontrar una teoría que describa los objetos mentales como algo fundamentalmente no-físico. Es en cuestiones como esta que se presenta el problema de la inexistencia de lo mental. Si no se encuentra un elemento físico correspondiente a un pensamiento particular, que puede describirse mediante una teoría científica, no existe.
Por lo tanto, no existen los contenidos mentales y la mente es un fenómeno que superviene al funcionamiento cerebral. Sin embargo, esta postura implica un reduccionismo de lo mental a lo físico y no considera más que dos elementos en el proceso de pensamiento, el sujeto y el entorno.
Existen otras perspectivas filosóficas y neurocognitivas que suponen un enfoque más amplio que el reduccionismo cientificista. Estas son, por ejemplo, la fenomenología y el enactivismo. Estas perspectivas tienen en común que platean la actividad mental como algo que depende de más factores como son, el contexto del entorno, el cuerpo del sujeto—esto es, su manera de percibir y vivir el mundo—y el lenguaje con el que se da una relación entre estos elementos.
La filósofa argentina Liza Skidelsky llama a esta perspectiva “programa científico amplio” lo cual permite abordar el estudio de los contenidos mentales desde una óptica naturalista—es decir, científica—y no reduccionista a conceptos físicos que impliquen promover el desprendimiento de lo mental como un hecho del mundo.
La cuestión importante para estas entradas es desarrollar cómo alguna de las tres últimas posturas señaladas plantea las particularidades de la mente, o su equivalente, en los animales no-humanos al relacionarse de manera particular con su entorno.
Semblanza: Rodrigo Cervantes. Estudiante del doctorado en filosofía contemporánea en la BUAP. Estudiante de DCV en la UNAM. Mis áreas de estudio principales son la filosofía de la mente y la ciencia, la filosofía del lenguaje y la fenomenología.