Miles de apellidos son registrados cada año en México, algunos de ellos son tan poco comunes que solo 20 personas lo tienen.
Los apellidos fueron dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) meses atrás y corresponde a los registros realizados de 2017 a 2020.
En la lista aparecen apellidos que durante esos tres años solo fueron registrados una veintena de veces e incluso algunos también pueden encontrarse con frecuencia escritos de manera diferente, como Ulloa y/o Uyoa.
A continuación, la lista de apellidos que inician con vocales menos comunes:
A
Abarte
Achar
Aguanta
Aguillares
Alacio
Alavid
Alazañez
Albertos
Almodova
Amozorrutia
Anariba
Aniles
Aragones
Aranguthy
Arcizo
Areyano
Aris
Arnaiz
Arrearan
Asevedo
Astacio
Audencio
Avendañño
Ayoqui
E
Eguan
Erdosay
Erguera
Escaname
Escanga
Escot
Espaa
Españña
Esperan
Estopellan
Eufemio
I
Ibaez
Icte
Issasi
Ixpango
Izar
O
Onorio
Orqueta
U
Undas
Urich
Urita
Urviña
Uyoa
El Inegi agregó que en 2020 se registraron más de 34 mil apellidos (considerando el primero y el segudo apellido). De este total, diez fueron los más comunes:
Hernández
García
Martínez
López
González
Pérez
Rodríguez
Sánchez
Ramírez
Cruz
¿Qué es un apellido?
El apellido es un elemento esencial de la identidad de una persona, heredado de generación en generación, y funciona como un indicador de parentesco, que permite establecer vínculos familiares entre individuos.
A nivel mundial, los apellidos poseen una rica diversidad y varían significativamente dependiendo de las tradiciones culturales y geográficas de cada país o región.
Históricamente, la función primordial del apellido fue distinguir a las personas dentro de una misma comunidad.
A medida que las sociedades se organizaron de manera más compleja, el uso de los apellidos se convirtió en una herramienta indispensable para la identificación, la administración de la justicia, y la organización de registros civiles y censos poblacionales.
Además, los apellidos han servido para indicar origen geográfico, oficio, características físicas o personales, o la pertenencia a un linaje o clan.
Existen diversas formas en que se han originado los apellidos. Algunos derivan de la profesión u oficio que desempeñaban los antepasados, como “Herrero” o “Molina”, refiriéndose a herreros y molineros, respectivamente.
Otros indican procedencia geográfica o topográfica, por ejemplo, “Toledo” o “Del Valle”.
También hay apellidos que provienen de características personales, tales como “Moreno” por el color de piel o pelo, o “Grande” por la estatura.
En algunas culturas, el apellido refleja el nombre del padre o antepasado directo, conocido como apellido patronímico, con terminaciones específicas que varían según el idioma, como “-son” (hijo de) en inglés o “-ez” en español, que significa “hijo de”.
La forma en que se heredan y organizan los apellidos también difiere de un país a otro. En la mayoría de las culturas occidentales, es común adoptar el apellido del padre, mientras que en otros contextos, como en algunos países de Hispanoamérica, es habitual utilizar tanto el apellido paterno como el materno.
En ciertas culturas, los apellidos pueden incluso cambiar o adaptarse a lo largo del tiempo, o las mujeres pueden adoptar el apellido de su esposo al casarse.
Estos son tan interesantes que hasta existe una disciplina que se encarga de analizar su origen, significado, y evolución, ofreciendo así valiosas pistas sobre la historia y la migración humana. Esta es conocida como onomástica.
Y es que a través de los apellidos, es posible rastrear ancestros, entender cómo las poblaciones se han movido y mezclado, y descubrir la historia social y cultural de diferentes comunidades.
Su estudio además permite entender mejor la complejidad de las sociedades humanas y las conexiones interpersonales que nos definen.