Es difícil imaginar a los líderes de una de las facciones más violentas del narcotráfico, Los Chapitos, pasar su tiempo libre jugando una “reta” de fútbol o recorriendo los 18 hoyos de un campo de golf mientras hablan -posiblemente- de ejecuciones y del tráfico de fentanilo a Estados Unidos.
Testimonios recogidos por el periodista José Luis Montenegro refieren que estos son los deportes favoritos de los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, aunque en su libro “Los Chapitos: radiografía criminal de los herederos del Cártel de Sinaloa” no se aclara si practican el deporte, les gusta sólo observarlo o invertir en uno o varios equipos de futbol.
Se sabe, por ejemplo, que cuando Jesús Alfredo Guzmán Salazar vivió en Colombia no sólo tenía un estilo de vida bastante excéntrico que lo hacía pasar como un prolífico empresario, también dirigió al menos un laboratorio de cocaína en Medellín y financió -al puro estilo de Pablo Escobar- a varios equipos de fútbol de la liga local.
Ovidio Guzmán, medio hermano de Jesús Alfredo, tenía otros gustos enfocados a las fiestas, en las cuáles era frecuente -según reportes periodísticos- la presencia de Julio César Chávez Jr, el hijo de la leyenda del boxeo mexicano.
El Chapo Guzmán y el fútbol del Cártel de Sinaloa
Quizá Los Chapitos heredaron de su padre el gusto por el fútbol, pues hay reportes que refieren que El Chapo Guzmán era aficionado del Club Puebla, de la Liga Mexicana, aunque sus ambiciones en el mundo del balompié -en donde pretendía lavar el dinero del Cártel de Sinaloa- lo llevaron a apuntar más alto y ofrecer -según rumores- 868 millones de dólares para comprar al Chelsea del fútbol inglés.
El gusto de El Chapo Guzmán por el fútbol salió a relucir durante su juicio en una Corte de Nueva York, ahí los fiscales estadounidenses presentaron como uno de los testigos a Tirso Martínez “El Futbolista”, operador del Cártel de Sinaloa y del Cártel de Juárez y accionista de varios equipos de la Liga Mexicana que utilizaba para lavar dinero.
Con “El Futbolista” como prestanombres, el Cártel de Sinaloa y El Chapo Guzmán lograron tener las franquicias de La Piedad, Irapuato, Celaya y Venados de Yucatán, equipos de la primera y segunda división del fútbol mexicano, negocio que fue descubierto por la Federación Mexicana de Fútbol en 2006 y obligó al narco-empresario a vender los clubes por un monto de 14 millones de dólares.
Los Arellano Félix y sus amigos deportistas
Si Los Chapitos tenían en sus fiestas a Julio César Chávez Jr, El Chapo Guzmán, “El Güero Palma”, “El Azul”, El Mayo Zambada, “El Señor de los Cielos” y Los Arellano Félix asistían a eventos con Julio César Chávez padre, al menos así lo contó el campeón en una entrevista con Yordi Rosado.
Según el pugilista mexicano, después de su pelea con Héctor “Macho” Camacho en 1992, los máximos líderes del narcotráfico se reunieron para conocerlo: “Había como mil años de cárcel”, bromeó en la entrevista.
También es conocido que durante su pelea en febrero de 1993 con Greg Haugen en el Estadio Azteca, Julio César Chávez caminó al ring -ante la mirada de miles de asistentes al Coloso de Santa Úrsula y de los televidentes que seguían la batalla en vivo- en compañía de uno de los hombres más buscados de la época: Francisco Rafael Arellano Félix.
Pero el fútbol tampoco estuvo alejado de la familia Arellano Félix, fundadores del Cártel de Tijuana. En octubre de 2013 el delantero Jared Borgetti figuró entre la lista de invitados al cumpleaños número 63 de Francisco Rafael, fiesta que culminó cuando un payaso -que se presume era “El Chino Antrax”- asesinó de cinco balazos al hermano mayor de Benjamín y Ramón.
Un año más tarde, el fútbol volvió a marcar la vida de la familia Arellano Félix. Fernando Sánchez Arellano, heredero del imperio criminal e hijo de Enedina “la Narcomami”, fue detenido mientras en el televisor México vencía 3-1 a la Selección de Croacia en el marco del Mundial de Brasil 2014.