Cada año, cientos de feligreses de diversas partes de México emprenden un viaje hacia la Basílica de Guadalupe, situada en la alcaldía Gustavo A. Madero de la Ciudad de México. Su objetivo: rendir homenaje a la Virgen Morena del Tepeyac, cantándole las mañanitas y expresando su gratitud en un acto de fe que reúne a personas de todas las edades y condiciones.
Entre los asistentes, destacan figuras públicas y artistas como Itatí Cantoral, quien se ha convertido en una presencia recurrente al interpretar “La Guadalupana”, elevando este himno a un estatus icónico tanto en México como en el extranjero.
La canción de “La Guadalupana”, emblemática y profundamente arraigada en la cultura mexicana, ha sido desde hace años un estandarte de la devoción a la Virgen de Guadalupe.
Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar en el origen de esta pieza musical que ha trascendido generaciones. Afortunadamente, el reconocido periodista en temas religiosos, Carlos Villa Roiz, arrojó luz sobre sus autores, brindándonos la oportunidad de conocer un poco más acerca de este himno.
¿Cuál es la historia de esta popular canción?
Manuel Esperón, compositor de la música, y Ernesto Cortazar, autor de la letra, son las mentes detrás de “La Guadalupana”. Aunque sus nombres quizás no sean conocidos por todos, sus contribuciones a la música mexicana son indiscutibles. Esperón, responsable de melodías inmortales en el cine mexicano como “Flor de azalea”, “No volveré” y “Amorcito corazón”, registró a lo largo de su carrera 900 canciones, algunas de las cuales han sido incluidas en 489 películas.
Por su parte, Ernesto Cortazar, miembro activo de la Sociedad de Autores y Compositores de México, dejó su huella en la música con temas como “Noche de ronda” y “Juan charrasqueado”, que gozaron de popularidad en su momento.
A través de su colaboración en “La Guadalupana”, Esperón y Cortazar han contribuido a la riqueza cultural y musical de México, creando no sólo una obra de arte, sino un himno que resuena en el corazón de la devoción guadalupana en el país.
Por un lado, figuras como Lauro López Beltrán, que en 1954 elaboró un Cancionero Guadalupano, y Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa, conocido por su obra “Flor y canto de la poesía guadalupana”, defienden que la verdadera autoría corresponde al sacerdote jesuita Saturnino Junquera. Esta afirmación ha avivado el interés y la discusión en torno al origen de la canción, sin que hasta el momento se haya llegado a un consenso definitivo.
“La Guadalupana” no es solo una melodía; es un narrativo de fe y cultura que encapsula uno de los relatos más venerados por el pueblo mexicano: la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, un indígena al que la Virgen le encomendó la tarea de erigir un templo en su honor en el Cerro del Tepeyac.
Este himno se suma a la rica tradición de advocaciones marianas, cantos dedicados a la Virgen María manifestados en diversas localidades con características propias, tal como “El Avé de Lourdes” y “El Avé de Fátima”, entre otros.