El Monumento a la Revolución, situado en la Ciudad de México, no solo se erige como una pieza maestra de la arquitectura, sino también como un testimonio del ingenio del arquitecto Carlos Obregón Santacilia.
Utilizando las bases de la Sala de los Pasos Perdidos, parte del inacabado Palacio Legislativo Federal diseñado por el francés Émile Bénard, Santacilia dio vida en 1938 a uno de los emblemas más representativos de la historia mexicana.
Hoy en día, este monumento, junto con la Plaza de la República y el Museo Nacional de la Revolución, constituye un complejo cultural y turístico fundamental en el corazón de la capital.
El Monumento a la Revolución en la Ciudad de México se destaca no solo por su impresionante arquitectura, sino también por ser un custodio de valiosas piezas de historia y cultura. Ubicado en el corazón de la capital, este ícono arquitectónico invita a los visitantes a explorar sus riquezas internas y externas, brindando una experiencia educativa y visualmente deslumbrante.
Al adentrarse en el monumento, los visitantes inician su viaje a través de un pasadizo subterráneo construido con acero importado de Nueva York.
En este espacio, se encuentra la exposición “Bajo la mira” de Andrés Mier y Terán, que presenta una colección de rifles y balas de cristal, curiosamente desprovistos de gatillos y miras. Esta decisión de diseño busca reflexionar sobre el poder humano detrás de estas armas.
El museo alberga otras notables exposiciones como “Revolución en el cine”, que muestra importantes registros fílmicos y fotográficos de la Revolución Mexicana, marcando su lugar en la historia como la primera revolución filmada del mundo.
“Diseño: La Revolución” ofrece una perspectiva del diseño como una fuerza de innovación, mientras que la exposición de figuras de cera presenta a personajes emblemáticos como Emiliano Zapata, Francisco “Pancho” Villa, y Porfirio Díaz.
Importantes figuras de la Revolución Mexicana encuentran su último descanso dentro del mausoleo del monumento, entre ellos Francisco Villa y Venustiano Carranza, haciendo de este lugar no solo un punto de interés turístico sino también un sitio de profunda importancia histórica.
Para aquellos en busca de vistas espectaculares de la Ciudad de México, el Monumento a la Revolución ofrece un mirador accesible por un elevador de cristal, ascendiendo 55 metros hasta un deambulatorio ubicado bajo la cúpula. Desde este punto, es posible disfrutar de panorámicas únicas de la ciudad, especialmente recomendables durante el atardecer para capturar la belleza de la ciudad bañada por la luz del crepúsculo.
Está abierto al público todos los días, con un horario que va desde el mediodía hasta las 20 horas de lunes a jueves, extendiéndose los viernes y sábados hasta las 22 horas, y abriendo los domingos de 10 a 20 horas. La entrada tiene un costo variable, ofreciendo boletos individuales, paquetes amigos y familiares a diferentes precios, haciéndolo accesible para distintos grupos de visitantes.
La historia del Monumento a la Revolución
En 1910, durante la conmemoración del Centenario de la Independencia de México, el entonces presidente Porfirio Díaz propulsó la creación de un ambicioso proyecto arquitectónico: el Palacio Legislativo Federal, encargado al célebre arquitecto francés Émile Bénard.
Sin embargo, el estallido del movimiento revolucionario y la subsiguiente falta de recursos financieros paralizaron la construcción de este emblemático edificio en 1912, dejando su esqueleto de metal expuesto y abandonado por dos décadas.
Esta estructura se transformaría más adelante, entre 1933 y 1938, en lo que hoy conocemos como el Monumento a la Revolución, bajo la dirección del arquitecto Carlos Obregón Santacilia.
Santacilia rescató el diseño original de Bénard, aprovechando la construcción inconclusa para erigir un mausoleo en honor a las figuras clave de la Revolución Mexicana, como Venustiano Carranza, Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles, Francisco Villa, y Lázaro Cárdenas. El monumento, finalizado en 1938, incluía un mirador público, el cual permaneció accesible durante tres décadas hasta que en 1970 su acceso fue clausurado permanentemente.
En un esfuerzo por revitalizar este espacio histórico y cultural, el Gobierno de México emprendió en 2009 un extenso proyecto de remodelación de la Plaza de la República y la restauración del Monumento y Museo a la Revolución.
Esto coincidió con la celebración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana en 2010, simbolizando un esfuerzo por reconectar con el legado histórico y arquitectónico del país.
A través de estas fases de construcción, abandonos y rescates, el Monumento a la Revolución no solo cuenta la historia de un proyecto arquitectónico suspendido, sino también refleja las turbulencias políticas y las transformaciones sociales de México a lo largo del siglo XX.
Esta edificación, caracterizada por su cubierta de cobre y su diseño emblemático art déco, alberga en su interior el Museo Nacional de la Revolución y criptas dentro de sus columnas, donde descansan líderes revolucionarios como Venustiano Carranza, Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y Francisco Villa.
Este lugar no solo ofrece un espacio de remembranza histórica, sino que también se ha convertido en un punto de referencia cultural y turístico para la nación, reabierto al público con facilidades modernas como un elevador transparente que lleva a un mirador.
Este recinto se ha consolidado como uno de los íconos arquitectónicos y patrimoniales más significativos de la nación, representando tanto la aspiración por la grandeza materializada en la visión de Porfirio Díaz y Émile Bénard, como el espíritu revolucionario y la resiliencia del pueblo mexicano.