Es justo arrancar el listado de los narcotraficantes más poderosos de la historia moderna de México con los tres personajes que conformaron la estructura de los cárteles de la droga tal y como las conocemos hoy en día: Rafael Caro Quintero (”El narco de narcos”), Ernesto Fonseca Carrillo (“Don Neto”) y Miguel Ángel Félix Gallardo (”El jefe de jefes”), dejaron una herencia criminal que persiste aún hoy en grupos delictivos de la era Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Por supuesto que el trío de narcos que dominó la década de 1980 y que operó en gran parte de la administración del expresidente Miguel de la Madrid (1982-1988) se hizo rodear de otros personajes como Pablo Acosta “El Zorro de Ojinaga” o Juan José Esparragoza Moreno “El Azul” para consolidar lo que más tarde se conocería como el Cártel de Guadalajara; sin embargo, fueron Caro Quintero, “Don Neto” y Félix Gallardo quienes ostentaron todo el poder y también a quienes apuntaron todos los reflectores de la ley.
A los primeros dos los apresaron en abril de 1985 y los acusaron, entre otros delitos, por el secuestro, tortura y asesinato de Enrique Camarena, el exagente de la DEA que demostró el poderío de los cárteles mexicanos a cambio de su vida.
Carlos Salinas de Gortari: A Miguel Ángel Félix Gallardo la justicia mexicana y su presunta colusión con las altas esferas de la política le permitieron seguir al frente del Cártel de Guadalajara hasta abril de 1989, a sólo cuatro meses desde la llegada de Salinas de Gortari a la presidencia.
La captura de “El jefe de jefes” no sólo representó el declive del Cártel de Guadalajara, también la conformación de cárteles más pequeños que adquirieron fuerza y poder; además, fue en ese sexenio (1984-1994) cuando un grupo criminal se favoreció más que todos: el Cártel del Golfo, entonces comandado por Juan García Ábrego, habría tenido relaciones con Raúl Salinas de Gortari (el hermano incómodo); aunque la cercanía de los Salinas con el cártel nacido en Tamaulipas se remonta hasta el sexenio de Adolfo López Mateos (1958-1964), cuando Raúl Salinas Lozano (padre del expresidente) se desempeñó como secretario de Comercio y entabló una amistad con Juan Nepomuceno Guerra (fundador del Cártel del Golfo) que lo llevaría en 1989 -según una investigación del Gobierno de Suiza- a reunirse con los dos legendarios capos para consolidar en Tabasco el epicentro financiero del cártel que dominó durante el sexenio salinista.
La era del PAN y AMLO
Cuando el Cártel del Golfo aún dominaba el mundo criminal, del lado oeste del país aparecieron varios cárteles que comenzaron a disputar por las rutas de la droga: los Arellano Félix, el Cártel del Milenio, el Cártel de Sinaloa y el Cártel de los hermanos Amezcua o también llamado de Colima, fueron los principales protagonistas de balaceras, masacres y detenciones bajo la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León, pero un sólo narco acaparó casi toda la atención de las autoridades mexicanas y estadounidenses.
“El señor de los cielos”, Amado Carrillo Fuentes, no sólo se convirtió en el líder del Cártel de Juárez, también logró posicionarse como el narco que más cocaína enviaba a Estados Unidos y pelear con el Cártel del Golfo a pesar del apoyo gubernamental -así se presume- que éste grupo criminal tenía. Pero todo terminó en julio de 1997 cuando el capo que operaba una flotilla de aviones cargados de droga desde Colombia hasta EEUU murió en una sala de operaciones en una clínica de la Ciudad de México. Dicen que se quería cambiar el rostro.
El nuevo milenio no sólo trajo el “cambio” en la presidencia sino también un nuevo orden en el mapa criminal nacional. Vicente Fox Quesada tenía pocos días en el cargo cuando se anunció la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán del penal de “El Altiplano”; el pistolero, aprendiz de narco y segundero en la escala de poder se convirtió de la noche a la mañana en el criminal más buscado de México. Diana que lo persiguió por 13 años.
Con el Chapo Guzmán en libertad y de la mano de los dos sexenios panistas se originó el florecimiento del Cártel de Sinaloa; sin embargo, bajo la administración de Felipe Calderón Hinojosa, fue el primo de Guzmán Loera, quien se convirtió en uno de los narcos más poderosos de México. Había llegado la era de Arturo Beltrán Leyva.
Los pactos entre “El Barbas” y Genaro García Luna contribuyeron a que el primero obtuviera un poder similar a los grandes líderes del narcotráfico del momento; pero también le trajeron consecuencias que terminaron con su vida en diciembre del 2009 durante un enfrentamiento con marinos en la ciudad de Cuernavaca. Se rumora que el propio Chapo Guzmán comenzó la cacería contra sus primos los Beltrán Leyva.
Terminada la guerra entre Sinaloa y los Beltrán Leyva, parecía que el cártel liderado por el Chapo Guzmán tenía el camino libre para consolidarse como el único y más poderoso del país; sin embargo, con la administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018) también apareció el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y su líder Nemesio Oseguera Cervantes “El Mencho”.
Son estos dos cárteles los que en plena era de la 4T dominan la mayoría de las plazas en el país y mantienen una guerra a muerte por el control de las rutas para el trasiego de drogas a EEUU, entre otros delitos como extorsiones, secuestros, homicidios, robo de combustible y tráfico de migrantes.
Durante el sexenio de AMLO que está por terminar, hay un grupo criminal que parece haber adquirido un gran poder: Los Chapitos, La Chapiza, Los Menores o los hijos de El Chapo Guzmán, parecen estarse separando poco a poco del Cártel de Sinaloa y tomar sus propias decisiones, sabedores de la fuerza y alcance que tienen sus actividades criminales concentradas en Sinaloa -principalmente en Culiacán-, Sonora y Baja California.
En la lista se quedaron fuera cárteles como La Familia Michoacana, La Unión Tepito, Los Zetas y el Cártel de Caborca, entre otros; así como narcos de la talla de Héctor Beltrán Leyva, Benjamín Arellano Félix, Heriberto Lazcano e Ismael El Mayo Zambada, para algunos el verdadero líder del Cártel de Sinaloa que jamás ha pisado la cárcel.