Con una chispa que encendía la pantalla y un talento que resonaba en cada actuación, Pedro Gregorio Armendáriz Hastings se erigió como uno de los pilares del glorioso periodo cinematográfico mexicano conocido como la Época de Oro. Más que un actor, una leyenda cuyo legado traspasa fronteras, dejando una huella imborrable en la historia del cine no solo en México, sino también en Hollywood.
Nacido el 9 de mayo de 1912 en la Ciudad de México, fue hijo de Pedro Armendáriz García-Conde y Adele Hastings, una combinación de raíces que influirían en su identidad artística. La tragedia temprana marcó su vida, con la pérdida de sus padres a una edad temprana, dejándolo a él y a su hermano menor, Francisco, bajo el cuidado de familiares.
Su infancia transcurrió entre Laredo, Texas, y California, donde cultivó su pasión por las artes, explorando el periodismo y el teatro en sus años formativos. Regresó a su tierra natal a los 20 años, donde su destino tomaría un giro crucial.
La fortuna tocó a su puerta de manera inesperada cuando el director Miguel Zacarías lo descubrió recitando a Shakespeare con elocuencia y encanto, lo que lo llevó a su debut en el cine con “María Elena” en 1935. Sin embargo, fue su colaboración con Emilio “El Indio” Fernández la que catapultó su carrera a nuevas alturas, marcando el inicio de una serie de colaboraciones que se convertirían en clásicos del cine mexicano.
Películas como “Soy puro mexicano”, “Flor Silvestre”, “María Candelaria”, “La perla” y “Enamorada” destacaron su versatilidad y carisma en la pantalla grande, compartiendo créditos con luminarias como María Félix, Dolores del Río y Luis Buñuel.
Su incursión en Hollywood lo convirtió en el primer mexicano en formar parte de la saga de James Bond, con su memorable interpretación de Kerim Bey en “From Russia with Love” en 1963. Sin embargo, tras el éxito en la pantalla, una sombra oscura se cernió sobre la vida del actor.
La lucha contra una enfermedad
El icónico actor mexicano, conocido por su distinguido bigote y profunda mirada, se quitó la vida a los 51 años el 18 de junio de 1963, en un hospital de la Universidad de California en Los Ángeles.
Cuatro meses antes del estreno de esta película icónica, Armendáriz recibió un diagnóstico devastador: cáncer en las glándulas linfáticas. La noticia fue un golpe demoledor para el actor, quien, enfrentando un dolor insoportable y una sentencia sombría, tomó la trágica decisión de quitarse la vida.
Enfrentándose a un avanzado cáncer de las glándulas linfáticas desde hace cuatro años, tomó esta fatal decisión tras ser informado que su expectativa de vida se limitaba a apenas un año más. Este trágico suceso ocurrió mientras su esposa, Carmen, había salido brevemente.
Los hechos sucedieron en Los Ángeles, donde el actor recibió atención médica que auguró un año de vida restante debido a su avanzada enfermedad. Incapaz de soportar el intenso dolor y con movilidad reducida, recurrió a una Colt Magnum 357 que había escondido entre sus pertenencias, regalo del cantante Miguel Aceves Mejía, para quitarse la vida en el hospital.
Armendáriz dejó atrás un legado cinematográfico impresionante con más de 100 películas en su haber, tanto en México como en el extranjero, siendo “Rosario” su primer film en México en 1935. Trabajó con figuras emblemáticas del cine mexicano como Emilio “El Indio” Fernández, Dolores del Río y María Félix, contribuyendo a clásicos inolvidables como “Flor Silvestre” y “María Candelaria”.
Se reveló que su enfermedad probablemente tuvo origen durante la filmación de “The Conqueror” en 1955, donde la radiación proveniente de pruebas nucleares realizadas por el gobierno de EE. UU. en el desierto de Nevada cobró su precio, afectando a varios miembros del elenco, incluido el propio Armendáriz.
Se ha reportado que casi la mitad del equipo de producción desarrolló cáncer con el tiempo, incluyendo al director Dick Powell, la actriz Susan Hayward, y el propio Armendáriz. Este vínculo con la radioactividad sugiere un impacto directo en la salud de quienes trabajaron en la producción.
El caso del mexicano destaca dentro de un contexto más amplio de las repercusiones de las pruebas nucleares en seres humanos y el medio ambiente, marcando un lamentable precedente sobre los peligros asociados a la exposición a la radioactividad.
En los días previos a su fallecimiento, reportajes indicaban una mejora en su salud, sin embargo, su condición era aún delicada. Incluso estando hospitalizado, se reportó que estaba a punto de iniciar un nuevo tratamiento químico. Su lucha contra la enfermedad era conocida en el ámbito artístico, afectando presumiblemente su comportamiento en meses recientes.
Los restos de Armendáriz fueron trasladados a México, donde fue sepultado en el Panteón Jardín, descansando junto a su esposa e hijo. Su muerte marcó un punto de inflexión en el cine mexicano, recordándose a Armendáriz no solo por su notable contribución a la Época de Oro del cine mexicano, sino también por su trágico final.