La transición en el liderazgo de La Unión Tepito, uno de los grupos delictivos más notorios de la capital del país, se dio con la extradición de Juan José Juárez Orozco, ‘El Abuelo’, quien le dejó el puesto a su hijo, sin embargo, era solo la imagen, pues quien controló todo era Ricardo López Castillo, ‘El Richard’ o ‘El Moco’.
Según reportes, ‘El Richard’ ha establecido su propia facción para expandir las actividades criminales de La Unión hacia áreas clave de la Ciudad de México, específicamente buscando controlar las lucrativas zonas de vida nocturna en colonias como Roma y Condesa.
“Desde principios de 2013, con la extradición de ‘El Abuelo’ a punto de consumarse, el liderazgo de la Unión Tepito fue delegado a su hijo, pero no era sino una figura representativa, pues la operación presuntamente recaía en el expolicía Judicial Federal, Ricardo López Castillo, ‘El Richard’ o ‘El Moco’, parte de las ganancias por la venta de droga y extorsiones eran entregadas hasta Cancún, con el hijo de ‘El Abuelo’, donde recibía con la facha de un empresario que invertía en gimnasio y suplementos alimenticios”, se lee en el libro ‘Cártel Chilango’, de Antonio Nieto.
Detrás de esta estrategia de expansión y control territorial, Ricardo López Castillo se percibe no solo como un líder dentro de la organización sino también como un visionario criminal con ambiciones de monopolizar importantes corredores urbanos.
Estas áreas, conocidas por su vibrante oferta de entretenimiento y su afluencia de turismo de clase media, representan un objetivo clave para las operaciones de extorsión y tráfico de drogas.
‘El Moco’ quería hacerse de las zonas de ‘El Antuan’, aliado de Édgar Valdez Villarreal, ‘La Barbie’, las cuales eran la colonia Roma y Condesa, zonas turísticas de clase media que generaban grandes ganancias al concentrarse la mayor parte de antros.
“‘El Richard’ conformó su propio grupo de choque, tenía ya en mente expandir las operaciones La Unión, a las zonas de ‘El Antuan’, aliado de ‘La Barbie’, explotaba a diestra y siniestra, lo que ‘El Richard’ deseaba era nada más, ni nada menos que el corredor Insurgentes, de norte a sur, incluyendo la lucrativa vida nocturna de la colonia Roma y Condesa, zonas turísticas clase medieras, donde la violencia entre narcos era cosa ajena, algo que solo pasaba en los barrios marginales”.
La financiación de estas actividades delictivas, según se informa, tiene ramificaciones que se extienden hasta Cancún, donde el hijo de ‘El Abuelo’, bajo la fachada de un empresario, invierte en negocios legítimos como gimnasios y venta de suplementos nutricionales.
Conflictos internos en La Unión Tepito
Los desafíos al liderazgo de ‘El Richard’ provinieron de distintos flancos. Por un lado, el hijo de ‘El Abuelo’ no demostró plena lealtad hacia él y parece haber encontrado un aliado en Francisco Javier Hernández Gómez, mejor conocido como ‘Pancho Cayagua’.
Por otro lado, Roberto Moyado Esparza, alias ‘El Betito’ y quien ostentaba el rol de jefe de los sicarios dentro de la organización, opera con una autonomía casi total, marcando una notable excepción en la jerarquía usualmente rígida de la Unión Tepito.
“Las fricciones internas en la Unión Tepito brotaron de a poco, el expolicía Federal, Ricardo López Castillo, ‘El Richard’, presuntamente ostentaba el mando que le dejó ‘El Abuelo, pero el hijo de ‘El Abuelo’, se apoyaba más en Francisco Javier Hernández Gómez, ‘Pancho Cayagua’, aparte, Roberto Moyado Esparza, ‘El Betito’, su jefe de gatilleros, parecía un ser indomable que solo respondía a si mismo y a su gente, a la que trataba como hermandad, ni ‘El Richard’, ni ‘Pancho Cayagua’, osaban contradecir a ‘El Abuelo’ o a su hijo, pero ‘El Betito’ no tartamudeaba cuando se encargaba de cobrar los encargos de su patrón”.