En las profundidades de la Unión Tepito, un colectivo criminal asentado en la Ciudad de México, han surgido tensiones internas que gradualmente han alcanzado una punto crítico.
La disputa por el liderazgo tras la sucesión de ‘El Abuelo’ ha colocado a Ricardo López Castillo, mejor conocido como “El Richard”, en el centro de la controversia, al ser el presunto heredero de la jefatura.
Sin embargo, la lealtad de ciertos sectores del grupo se inclina más hacia Francisco Javier Hernández Gómez, apodado ‘Pancho Cayagua’, a quien el hijo de El Abuelo parece preferir.
“Las fricciones internas en la Unión Tepito brotaron de a poco, el expolicía Federal, Ricardo López Castillo, ‘El Richard’, presuntamente ostentaba el mando que le dejó ‘El Abuelo, pero el hijo de ‘El Abuelo’, se apoyaba más en Francisco Javier Hernández Gómez, ‘Pancho Cayagua’, aparte, Roberto Moyado Esparza, ‘El Betito’, su jefe de gatilleros, parecía un ser indomable que solo respondía a si mismo y a su gente, a la que trataba como hermandad, ni ‘El Richard’, ni ‘Pancho Cayagua’, osaban contradecir a ‘El Abuelo’ o a su hijo, pero ‘El Betito’ no tartamudeaba cuando se encargaba de cobrar los encargos de su patrón”, se lee en el libro ‘Cártel Chilango’, de Antonio Nieto.
Paralelamente, Roberto Moyado Esparza, alias ‘El Betito’, quien lidera a los gatilleros, emerge como una figura incontrolable que solo atiende a sus intereses y al de su círculo cercano, presentando así un desafío a la autoridad establecida dentro de la organización.
La dinámica interna de la Unión Tepito revela una compleja red de alianzas y rivalidades que amenaza con fracturar el grupo desde dentro.
‘El Richard’ enfrenta la difícil tarea de consolidar su poder mientras se topa con la feroz independencia de ‘El Betito’, un líder de sicarios que no vacila en actuar según su criterio, demostrando así una lealtad única hacia su equipo, a quienes considera familia.
‘El Betito’ reclamaba el pago de sus servicios
Roberto Moyado Esparza se comunicaba de forma constante con sus jefes con el fin de que cubrieran el pago de sus servicios, debido a que estaba atrasado con su personal, al argumentar todas las acciones realizadas durante ese tiempo.
“‘Ya te maté como a 10, mi gente tiene que comer’ defendía el sicario cuando se retrasaban los pagos, a fin de cuentas ‘El Betito’ no era de Tepito, ni del centro como ‘El Abuelo’, ‘El Richard’ y ‘Pancho Cayagua’”.