Emiliano Zapata es sin duda una de las figuras destacadas de la Revolución Mexicana, por sus aportes a la lucha por la tierra y la justicia social. Es recordado por su Plan de Ayala, el cual proponía la restitución de tierras a campesinos y comunidades indígenas despojadas, bajo el lema “Tierra y Libertad”.
El también conocido como Caudillo del Sur fue asesinado el 10 de abril de 1920, en una emboscada planeada por el bando constitucionalista que apoyaba a Venustiano Carranza.
Detrás del asesinato estuvo Jesús M. Guajardo, un militar nacido el 29 de agosto de 1892 en Candelas, Coahuila.
Guajardo se unió a la campaña contra los zapatistas como coronel en 1918. En colaboración con el general Pablo González, planificó una trampa para asesinar al general Emiliano Zapata.
Simulando un descontento con su superior e intención de unirse a la causa zapatista, Guajardo logró la confianza de cabecilla del Ejército del Sur, ofreciéndole armas y municiones para su causa.
El 10 de abril de 1919, Guajardo invitó a Zapata a un desayuno en la Hacienda de Chinameca y el revolucionario aceptó, por lo que llegó montando un magnífico caballo que el falso desertor le regaló, acompañado de Gil Muñoz, Zeferino Ortega, Jesús Capistrán y su escolta.
Evidentemente se trataba de una trampa y al primer toque del clarín, las fuerzas de Guajardo abatieron al revolucionario y su comitiva.
Se dice que mientras El Caudillo del Sur era utlimado, el autor intelectual bebía cerveza al interior de la hacienda. Luego subió a su caballo el cádaver del abatido jefe revolucionario para llevarlo ante el general González, como prueba de cumplió sus órdenes.
Carranza recompensó a Guajardo con 50 mil pesos y su ascenso a general.
Este fue el destino de Jesús M. Guajardo tras el asesinato de Zapata
Con una cuantiosa recompensa y una categoría superior en el Ejército Constitucionalista, la suerte parecía sonreír a Guajardo, quien era conocido también como El demonio de los ojos verdes.
Sin embargo, los años previos a su muerte, el autor intelectual del homicidio de Emiliano Zapata tuvo problemas con la justicia.
El lunes 29 de septiembre de 1919 se divulgó que Jesús Guajardo, conocido por el asesinato de Emiliano Zapata, enfrentaba una acusación. Por órdenes de Venustiano Carranza, fue convocado a la Ciudad de México desde Puebla para responder por los asesinatos del coronel Piña y el capitán Ávila.
General Pilar R. Sánchez, jefe de Operaciones Militares en Puebla, informó que Guajardo tuvo una discusión en “La Capilla”, que culminó en la muerte de Piña y Ávila. Testigos mencionaron que, tras consumir bebidas embriagantes, Guajardo disparó a quemarropa contra ellos.
Después del crimen, se levantó un acta de hechos, y Sánchez ordenó la detención de Guajardo, trasladado primero a Puebla y luego a la Ciudad de México para ser juzgado.
Aunque El demonio de los ojos verdes logró escapar a las consecuencias de asesinar a sus subordinados, su fin no tardó mucho en llegar.
El 2 de julio de 1920, se rebeló contra el gobierno interino de Adolfo de la Huerta, siendo derrotado por fuerzas del general Eugenio Martínez. Finalmente fue juzgado y fusilado el 17 de julio de 1920 en Monterrey, Nuevo León.
Su fusilamiento derivó de la traición del coronel Antonio Cano, quien le ofreció hospedaje en su casa y terminó por delatarlo ante sus enemigos.
La muerte de Guajardo fue bien recibido por los zapatistas que para ese entonces apoyaba a De la Huerta.