Desde hace cientos de años, los organilleros deambulan por nuestro país como una de las tradiciones más pintorescas y únicas que hay, especialmente en la Ciudad de México, lugar donde encontraron su público. Estos músicos son conocidos por los capitalinos por usar un organillo, instrumento que funciona al girar una manivela y que arroja un característico sonido con el que estamos bien familiarizados.
Los organilleros también son identificables por sus atuendos: visten uniformes de colores marrones que evocan a otra época. Se trata, sin duda, de una emblemática tradición que moldea la cultura de nuestro país y de las calles de la CDMX.
Aunque los mexicanos estamos acostumbrados a la cálida presencia de los organilleros y comprendemos su importancia como parte de la identidad musical de la ciudad, los músicos no han estado exentos de críticas. Hace apenas unos días, una ciudadana extranjera que radicaba en México se quejó de los organilleros que tocaban afuera de su departamento y los señaló como protagonistas de contaminación auditiva.
Por supuesto, las opiniones de la joven originaria de Estados Unidos generaron duras críticas de internautas mexicanos, quienes la acusaron de no comprender la cultura de nuestro país. La controversia terminó ocasionando que la agencia de modelos donde trabajaba la mujer informara que no apoyaba sus declaraciones y dio por terminada la relación laboral que tenían con ella.
Tras lo ocurrido, algunos internautas se preguntaron cuál era el verdadero origen de la icónica tradición que le ha dado un característico sonido a la Ciudad de México.
La historia de los organilleros y cómo llegaron a darle sonido a la CDMX
Los músicos que utilizan las famosas cajas que tocan melodías populares tienen un origen, como muchas otras tradiciones mexicanas, producto del sincretismo de la cultura europea y la forma de vivir de México. En este caso, los organilleros se pueden rastrear hasta Alemania, donde hace muchos años definieron el entretenimiento callejero para siempre.
Por aquel entonces, los organilleros eran sinónimo de modernidad gracias a cómo estaban construidas las curiosas cajas musicales y la forma en la que éstas funcionaban. Los músicos recorrían las calles de Alemania no sólo cargando con los organillos, sino también acompañados de monos cilindreros que hacían de su trabajo un espectáculo aún más llamativo.
Esta forma de entretener también se estableció en los circos de países como Suiza y Francia, y finalmente dieron el salto a México en el siglo XIX cuando los inmigrantes alemanes empezaron a establecer negocios en nuestro país.
Una familia proveniente de Alemania fundó Wagner y Levien, una casa de instrumentos musicales que contribuyó mucho a que los organilleros se instalaran en nuestro país, pues ponían las cajas musicales en renta para todo aquel que quisiera ganarse unos pesos en las calles de la capital de México.
Así se quedó la tradición, e incluso, cuando los organilleros no eran algo de moda en Alemania y Europa, en México se estaba estableciendo como un espectáculo que, a todas luces, iba para largo. Un nombre que destaca en la historia de los organilleros de CDMX es Pomposo Ganoa, quien se cuenta, compró unas 250 de estas cajas musicales y que su hijos y nietos siguieron la tradición, añadiendo los temas populares mexicanos que todos hemos escuchado.
Estos músicos ambulantes sobrevivieron al paso del tiempo y las melodías de sus cajas se impregnaron bien en el inconsciente de los mexicanos. Sin ninguna duda, los organillos forman parte de la banda sonora de la capital del país y conviven con otros sonidos icónicos que los capitalinos conocen muy bien.