Para acudir a las reuniones con Arturo Beltrán Leyva, el exsecretario de Seguridad Pública (SSP) durante el segundo sexenio del PAN, Genaro García Luna, sólo tenía que atravesar el Anillo Periférico al sur de la Ciudad de México y dirigirse rumbo al Estadio Olímpico Universitario, no más de 15 minutos en auto para recorrer los 5 kilómetros que separaban las casas de ambos personajes ligados al narcotráfico mexicano.
La relación entre ambos criminales -uno asesinado, el otro declarado culpable en Estados Unidos- es una pieza clave para entender la violencia que envolvió a México durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa y que marcó el inicio de una escalada de homicidios que tardó más de 15 años en comenzar a descender.
Durante el juicio contra García Luna en Nueva York, Sergio Villarreal Barragán “El Grande”, excolaborador y amigo de Arturo Beltrán Leyva, fungió como el testigo estelar de los fiscales estadounidenses: “Reconoce a esta persona” -pregunto uno de los fiscales en alusión al jefe policiaco-, a lo que “El Grande” confirmó y luego agregó, “Lo vi en muchas reuniones con el fin de pagar sobornos a nombre del Cártel de Sinaloa”.
La complicidad de García Luna con el Cártel de Sinaloa y con Arturo Beltrán Leyva ha sido publicada en varios trabajos periodísticos, en los que se identifican al menos dos propiedades en donde ocurrieron las reuniones: la casa de Zacatépetl, en la calle de Peñas, colonia Jardines del Pedregal y una residencia en Morelos donde “secuestraron” al funcionario federal por unas horas.
De acuerdo con las investigaciones de las autoridades mexicanas y norteamericanas, la casa de la Ciudad de México a la que hizo referencia “El Grande” es la misma narrada en el libro “Las señoras del narco: amar en el infierno”, de la periodista Anabel Hernández, en donde se da cuenta de los “romances” que Arturo Beltrán Leyva, alias “El Barbas”, mantuvo con mujeres del espectáculo como Galilea Montijo, y la misma en la que repartió sobornos a funcionarios cercanos a García Luna como Luis Cárdenas Palomino.
La base de García Luna y “El Barbas”
Mientras la casa de seguridad, amor y sobornos de “El Barbas” se encontraba del lado norte de Periférico, la vivienda que Genaro García Luna compró en 2007 lo hacía del lado sur, enmarcada con el número 21 de la calle Monte Funiar; la casa del exsecretario de Seguridad Pública también estaba del lado de la Parroquia de la Esperanza de María en la Resurrección del Señor: si hubiera querido, García Luna estaría a 20 minutos caminando de encontrarse con “El Barbas”, recurrente visitante de la iglesia.
Al mapa vecinal que compartían García Luna y Arturo Beltrán Leyva le hace falta un inmueble, la plaza comercial Perisur, donde según el testimonio de “El Grande” y Celeste -madre de una de las hijas del capo y entrevistada por Anabel Hernández-, los hombres de seguridad de “El Barbas” recogían a las mujeres y funcionarios públicos que cobraban miles de dólares por una sesión de sexo o corrupción.
Fue a principios de 2009 cuando Genaro García Luna terminó de construir su casa en Monte Funiar, el mismo año en que elementos de la Marina ultimaron a “El Barbas” en un lujoso condominio de Cuernavaca; desde el año 2020 esa residencia valuada en 20 millones de pesos está bajo resguardo de la Fiscalía General de la República (FGR); respecto a la otra casa, la de Arturo Beltrán Leyva, se vendió en 14 millones de pesos en una subasta organizada por el Servicio de Administración y Enajenación de Bienes.