Durante los equinoccios de primavera y otoño, un evento astronómico singular ocurre en la antigua ciudad maya de Chichén Itzá, captando la atención de espectadores de todo el mundo. En estas fechas, el templo de Kukulkán, también conocido como El Castillo, se convierte en el escenario de una manifestación conocida como la “serpiente de luz”, un fenómeno que demuestra el avanzado conocimiento astronómico y arquitectónico de la civilización maya.
La estructura piramidal de El Castillo ha sido meticulosamente diseñada para alinear con los equinoccios de primavera y otoño, proyectando sombras que emulan el cuerpo de una serpiente descendiendo por sus escalinatas. Este evento, identificado por primera vez en un estudio académico de 1969 por Jean-Jacques Rivard, refleja no solo la precisión matemática de los mayas sino también su cosmovisión, integrando elementos de su calendario solar y creencias religiosas en un espectáculo visual impresionante.
El concepto denominado como “hierofanía” por Rivard, subraya la unión del plano sagrado con el terrenal, observable durante estos breves momentos al año.
La importancia del número 365, equivalente a los días del año, se refleja en la cantidad de escalones de la pirámide, sumando 364 peldaños distribuidos en sus cuatro lados, más la plataforma superior. Además, el templo destaca por sus nueve niveles truncados, generando así, mediante el juego de luz y sombra durante los equinoccios, la ilusión de una serpiente emplumada descendiendo, culminando en una de las colosales cabezas de serpiente en piedra que adornan la base de la escalinata norte.
Aunque Chichén Itzá es el sitio más emblemático de este fenómeno, otras locaciones mayas como Uxmal y Tulum presentan eventos astronómicos similares, lo que destaca la importancia del simbolismo calendárico y astronómico en toda la región. Este interés por los movimientos celestiales evidencia una comprensión profunda del cosmos, integrada de manera integral en la vida cotidiana y espiritual de los mayas.
El evento de la “serpiente de luz” atrae anualmente a miles de visitantes, quienes se congregan para ser testigos de cómo el pasado, presente y el conocimiento ancestral se fusionan en un espectáculo que trasciende el tiempo, revelando la sofisticación y sabiduría de una civilización que continúa fascinando al mundo moderno.
¿Quién era Kukulcán?
Kukulcán era una deidad maya asociada principalmente con el viento, el cielo y el sol. Su nombre significa “Serpiente Emplumada”, lo que refleja la fusión de las qualidades serpentina y aviar, simbolizando así la unión del cielo y la tierra. Esta deidad era considerada como un creador, un ser que traía la lluvia y, por ende, era fundamental para la agricultura y la supervivencia de las comunidades mayas.
Kukulcán comparte similitudes con la deidad azteca Quetzalcóatl y era central en varias ciudades mayas, siendo Chichén Itzá en la Península de Yucatán uno de los principales centros de su culto.
La imagen de la serpiente emplumada aparece en varias construcciones y artefactos mayas, siendo la Pirámide de Kukulcán (o El Castillo) en Chichén Itzá uno de los ejemplos más emblemáticos. Esta pirámide cuenta con un fenómeno arquitectónico durante los equinoccios, en el que las sombras proyectadas crean la ilusión de una serpiente descendiendo por sus escalinatas, fenómeno que atrae a miles de visitantes cada año.
(Con información de Nat Geo).