Antes de que Europa supiera de la existencia de un mundo distinto más allá del mar, en el centro de México se levantaba una de las ciudades más impresionantes jamás construidas por la raza humana: la Gran Tenochtitlán, metrópoli habitada por, también, una de las civilizaciones antiguas más emblemáticas: los mexicas.
Pero en 1519, Hernán Cortés y un ejército de españoles llegaron a las costas del país con una objetivo claro: conquistar México, terminar con el reinado de los poderosos gobernantes de aquella extraña región del mundo y, por supuesto, expandir el poderío de España con una nueva colonia.
Es bien conocida una de las tácticas de conquista de la que se valieron los europeos para terminar con la civilización de los mexicas: la religión católica. La fuerza fue un medio con la que los españoles golpearon con fuerza a los habitantes de Tenochtitlán, pero también las creencias cristianas forjaron una importante piedra angular para la caída del México Antiguo.
Cuando Hernán Cortés llegó a la capital de México y conoció la ciudad que tanto maravilló a los europeos, se dio uno de los encuentros más importantes de la humanidad, cuando Hernán Cortés estrechó la mano de Moctezuma, el penúltimo tlatoani que reinó Tenochtitlan. De ese encuentro hay muchas anécdotas, entre ellas, una que versa sobre una indigna petición que le hizo el mexicano al español.
Lo que Cortés pidió a Moctezuma y las consecuencias que trajo
Cuando Cortés conoció a Moctezuma se valió de su seductora personalidad y no le fue en lo absoluto complicado ganarse al tlatoani de Tenochtitlan. Contrario a lo que se cree, la lucha armada entre naciones no ocurrió hasta mucho tiempo después, y de hecho, el gobernador mexicano arropó a los españoles en su ciudad.
El español y sus cientos de hombres fueron recibidos a lo grande en la metrópoli de los mexicas, y la posada que los hospedó no fue para nada sencilla. Moctezuma habilitó habitaciones del palacio de Axayácatl, un impresionante edificio que perteneció al padre del monarca y que funcionó como hogar de los extranjeros.
Aunque el mexicano accedió a casi todas las peticiones de su invitado hubo una que sobrepasó los límites. Cortés pidió a Moctezuma levantar un altar cristiano en el templo más importante de Tenochtitlan: el Templo Mayor. Por supuesto, el mexicano no permitió tal acción y se mantuvo fiel a sus creencias; sin embargo, le dio al español una alternativa: colocar el altar, pero en el palacio donde él y su ejército dormían por las noches.
De esta forma, el primer altar católico en la historia de México fue levantado en el palacio de Axayácatl. Para esta tarea Hernán Cortés encomendó a uno de sus soldados de confianza, un hombre llamado Alonso Yáñez que además tenía conocimientos de carpintería.
Durante la construcción del primer altar católico en la historia de México, Yáñez encontró algo que cambiaría el rumbo de la historia del país. Se encontraba en sus labores cuando, por error, halló una puerta tapiada que escondía detrás un tesoro que hasta hoy en día está perdido.
El cronista Bernal Díaz del Castillo narra este vital episodio de la historia así: “Secretamente se abrió la puerta: y cuando fue abierta, Cortés con ciertos capitanes entraron primero dentro, y vieron tanto número de joyas de oro y planchas, y tejuelos muchos, y piedras de chalchihuites y otras grandes riquezas, y luego lo supimos entre todos los demás capitanes y soldados, y lo entramos a ver”.
Este tesoro fue el inicio de las disputas que terminaron por ocasionar la lucha armada entre naciones y, por tanto, la caída de la Gran Tenochtitlán en 1521.