El volcán Popocatépetl ha registrado una intensa actividad en las últimas horas, que incluye 77 exhalaciones compuestas en su mayoría por vapor de agua, además de 952 minutos de tremor asociado al movimiento de magma dentro de su cráter y un sismo volcanotectónico con una magnitud estimada de 1.2. Este conjunto de eventos ha llevado a que el semaforo de alerta volcánica se posicione en amarillo fase 2, indicando un incremento en la vigilancia del coloso.
Los efectos de esta actividad no se limitan únicamente a la zona aledaña al volcán, ubicado en Puebla; entidades como Morelos, Tlaxcala, Hidalgo, Estado de México y partes del oriente de la Ciudad de México también podrían experimentar caída de ceniza volcánica. Esta predicción se basa en análisis realizados por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), que ha estudiado la dispersión y trayectoria de las nubes volcánicas emanadas.
La posibilidad de predecir con exactitud cuándo ocurrirá una erupción aún es un desafío para los expertos en vulcanología, a pesar del avance en las técnicas de monitoreo. Sin embargo, durante el siglo pasado, hubo una erupción en el volcán Popocatépetl que fue ocasionada por la intervención humana, cuyo objetivo fue motivado por intereses comerciales y la codicia de un hombre.
La erupción provocada del Popocatépetl
En 1919, el Popocatépetl vivió una erupción única en su historia, inducida intencionalmente por humanos con fines económicos, según estudios del Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (Cupreder) de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Este suceso notable, ocurrido específicamente el 19 de febrero, marcó un precedente en la geología al ser el resultado de intervenciones artificiales para la extracción de azufre.
La información sobre este evento sin precedentes fue recuperada a través de escritos y testimonios de Gerardo Murillo Cornado, más conocido como Doctor Atl, un distinguido erudito mexicano con una vasta trayectoria en diversas áreas como la geología, la pintura y la vulcanología. El Doctor Atl destacó la importancia de este evento en la historia de la geología, calificándolo como un fenómeno “puramente artificial” que merece un lugar destacado en los estudios científicos.
Este evento, de acuerdo a los escritos del Dr. Atl, destaca por ser el resultado de una actividad humana, cuyo objetivo era la extracción de azufre de alta calidad, utilizado en la producción de ácido sulfúrico. La detonación no solo generó un temblor comparable a un sismo, sino que también reactivó la actividad volcánica que había estado inactiva durante milenios. El material volcánico extraído fue trasladado a la hacienda de Tlamacas para su procesamiento. El azufre obtenido, debido a su superior calidad, alcanzó precios más elevados en el mercado en comparación con otras fuentes.
Según relatos históricos, el azufre, un mineral crucial durante la Conquista de América por Hernán Cortés, tuvo un papel fundamental en la fabricación de pólvora para armas como cañones y arcabuces en 1521. Durante el asedio a Tenochtitlan, la falta de este elemento llevó a un soldado, conocido por el apellido Montaño, a aventurarse en el cráter del volcán Popocatépetl para extraer cerca de 90 kilogramos de azufre, asegurando así el reabastecimiento de las tropas conquistadoras. Los detalles de estas expediciones y la importancia del azufre han sido documentados en archivos de la BUAP.
La relevancia de este recurso natural se extiende a las crónicas históricas, como las registradas por Bernal Díaz del Castillo y reflejadas en las memorias de Aurelio Fernández, que destacan no sólo la estratégica adquisición de azufre sino también la pertinencia de la actividad volcánica registrada desde entonces. El Popocatépetl, cariñosamente conocido como Don Goyo por los locales, ha sido una constante en la vida de quienes residen en sus proximidades, habituándose a sus explosiones y fumarolas sin perder de vista su histórica importancia.