Ubicado en México, el Iztaccíhuatl es el tercer volcán más grande del país y uno de los principales atractivos turísticos del Estado de México y de Puebla. Su pico más alto se encuentra a más de 5 mil metros por encima del nivel del mar y su presencia trae consigo una importante carga cultural e histórica, como casi todo lo que existe en nuestra nación.
Su nombre viene del náhuatl y significa “mujer blanca”, esto por la forma que tiene y que es bien conocida por los mexicanos: una mujer recostada, cubierta de nieve. Este fenómeno geológico cuenta con cuatro cimas y forma parte del conocido Eje Volcánico Transversal de México.
La icónica forma del Iztaccíhuatl y la leyenda que comparte con el Popocatépetl (otro de los volcanes estrella de México) lo convierten en un emblema de la nación. Es importante saber que esta formación está dormida y que tuvo una última erupción hace ya mucho tiempo: el 20 de julio del año 1868, a diferencia de “Don Goyo” que ha presentado importante actividad, sobre todo en los últimos años.
El orígen del Iztaccíhuatl
Según la Universidad Complutense de Madrid, el Iztaccíhuatl se formó a lo largo del tiempo y al atravesar diferentes etapas de construcción y destrucción. Aunque es imposible conocer el año exacto en el que nació el icónico volcán, los científicos ubican su aparición en el mundo durante el Pleistoceno Tardío.
El sitio Sky Alert define que el volcán tiene diferentes edades, dependiendo el área. Por ejemplo, la zona de Llano Grande, al norte, tiene uno 1.09 millones de años; por otro lado, sus zonas más hacia el sur tienen entre .9 y .27 millones de años. Precisamente, en la zona norte del volcán, fue donde se presentó su mayor actividad volcánica, hace unos 80 mil años.
Este emblemático volcán del centro de nuestro país no ha sido solo importante en años recientes, pues ya mucho antes de la llegada de los españoles, llamó la atención de los antiguos mexicanos por su espectacularidad belleza y su particular forma.
Por supuesto, civilizaciones antiguas consideraban al Iztaccíhuatl como una montaña sagrada, sitio de peregrinaje y, zona ritual. Los investigadores contemporáneos han encontrado todo tipo de objetos y materiales en la cima del volcán, lo que demuestra la importancia religiosa que tenía la montaña. Lo encontrado ha sido analizado para saber la época de México de la que provienen: datan del Posclásico Tardío.
El origen místico del Iztaccíhuatl
Además del origen científico que conoces del volcán, antiguos mexicanos atribuyeron su nacimiento a un hecho místico que inspiró uno de los mitos más importantes que forman parte de nuestra cultura.
La leyenda de Iztaccíhuatl y Popocatépetl es una de las más conocidas y emotivas de la mitología mexicana, arraigada en el corazón de la cultura prehispánica. Según esta tradición, Iztaccíhuatl era la hija de un poderoso tlatoani (gobernante) que se enamoró de Popocatépetl, uno de los guerreros más valientes de su pueblo. Ambos deseaban casarse, pero el padre impuso una condición: Popocatépetl debería ir a la guerra y regresar victorioso.
Tras partir al combate, un rival celoso hizo correr el falso rumor de que Popocatépetl había caído en batalla. Desolada por la noticia, Iztaccíhuatl murió de tristeza. Al regresar y encontrar a su amada sin vida, Popocatépetl llevó el cuerpo de Iztaccíhuatl a lo alto de una montaña, donde suplicó a los dioses que los unieran por la eternidad. Los dioses, conmovidos por su amor y tristeza, transformaron a los amantes en dos montañas: Iztaccíhuatl, conocida ahora como “La Mujer Dormida”, por su peculiar forma que asemeja a una mujer yacente; y Popocatépetl, que simboliza al guerrero que aún vela por su amada, manifestándose a través de su actividad volcánica.