El tejuino, una bebida tradicional originaria de las comunidades Wixáritari del oeste de México, está resurgiendo en popularidad, incentivando a comerciantes mexicanos a buscar su protección.
Esta ancestral bebida de maíz fermentado es celebrada no sólo en rituales religiosos para elevar el espíritu, sino también como base para innovadoras recetas alcohólicas, incluyendo las conocidas como ‘tejuicheladas’.
El proceso de elaboración del tejuino se ha mantenido artesanal, transmitiéndose a través de cuatro generaciones en algunas familias de Guadalajara, Jalisco.
La receta ha evolucionado con el tiempo, permitiendo que cada productor ofrezca una versión única de esta bebida. América Ornelas, heredera del legado de ‘Tejuino Marcelino’, fundado por su abuelo, destaca la importancia de esta tradición familiar en la que incluso pequeñas variaciones en la receta, como el añadir un poco más de sal, pueden significar una diferencia considerable en el sabor final.
Una receta en el tiempo
La elaboración del tejuino es meticulosa y laboriosa, requiriendo de dos a cuatro días para su preparación. Este proceso implica una constante vigilancia hasta obtener un atole que después se fermenta y se mezcla con jugo de limón, sal, hielo, y opcionalmente con helado de limón y chile en polvo, resultando en una bebida con propiedades medicinales.
Un estudio del Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco ha demostrado que el tejuino contiene bacterias ácido-lácticas y probióticos benéficos para la salud intestinal.
Este resurgimiento del interés por el tejuino resalta no solo la riqueza de la gastronomía mexicana, sino también la importancia de preservar las tradiciones culinarias que forman parte del patrimonio cultural de las comunidades indígenas.
Comerciantes como América Ornelas juegan un papel crucial en mantener vivo el legado de estas bebidas tradicionales, adaptándolas a los gustos contemporáneos mientras resguardan su esencia histórica y cultural.
Historia con sabor personal
En Guadalajara, México, Gonzalo Jiménez Ramírez ha dedicado más de medio siglo a la elaboración y venta del tejuino, una bebida tradicional que ha ganado el aprecio tanto de locales como de extranjeros.
A partir de una receta familiar aprendida de su tío, Jiménez Ramírez ha logrado mantener viva esta tradición, sirviendo a sus clientes una experiencia única de sabor, sin importar las condiciones climáticas.
El tejuino, caracterizado por su singular combinación de salado y dulce, inicialmente genera curiosidad entre los visitantes internacionales que se acercan a su puesto. Sin embargo, según relatos del propio vendedor, su peculiar gusto rápidamente se convierte en un atractivo recurrente para aquellos que buscan remediar la resaca o simplemente disfrutar de un sabor auténtico y refrescante.
La adaptación del tejuino en la modernidad no se limita a su consumo tradicional, ya que innovadores locales han empezado a incorporarlo en bebidas alcohólicas, creando las populares ‘tejuichelas’ y cocteles que mezclan tejuino con tequila blanco o mezcal, elevando su presencia en bares y eventos sociales.
América Ornelas destaca el tejuino no solo como un elemento esencial de la gastronomía callejera de Guadalajara sino también como un referente turístico. Su característica de ofrecer un “mar de sabores” inigualable convierte a esta bebida en una expresión cultural que trasciende generaciones.
Al describirse como “la bebida de los dioses”, el tejuino reafirma su lugar especial en el paladar y el corazón de quienes tienen la oportunidad de degustarlo.
La preservación y promoción de bebidas tradicionales como el tejuino resaltan la riqueza gastronómica de México y la importancia de mantener vivas las costumbres que definen a sus comunidades.
A través de la historia de Gonzalo Jiménez Ramírez y el ingenio de los mexicanos, el tejuino continúa siendo una experiencia auténtica que conecta a las personas con la historia y sabor de Jalisco.