El Servicio Meteorológico Nacional (SSN) prevé 5 ondas de calor entre los meses de marzo y junio, con temperaturas superiores a los 30 grados centígrados para la Ciudad de México, lo que podría agravar las condiciones de sequía en la zona centro del país.
De acuerdo con Alejandra Méndez Girón, directora de Conagua, la primera ola de calor podría presentarse a finales de marzo. Se espera que 2024 sea aún más caluroso que el año anterior, en el que se presentaron temperaturas superiores a los 40 grados Celsius en los estados del norte.
Según los pronósticos, estas cinco olas de calor se distribuirán de la siguiente manera: 1 en marzo, 2 en abril, 1 en mayo, y 1 en junio.
Se espera que los efectos del fenómeno de “El Niño” se mantengan por lo menos hasta abril, por lo que las temperaturas podrían romper récords máximos en México durante los próximos dos meses.
Las “olas de calor” además de deteriorar la salud pueden afectar sectores como el agropecuario, el combate de incendios forestales, la sequía, o propiciar condiciones favorables para contingencias ambientales.
En la zona del Valle de México las condiciones secas desde mediados de febrero darán origen a la temporada de ozono, y se estima que se presenten de 3 a 8 contingencias ambientales por acumulación de contaminantes, adelantó el Coordinador Ejecutivo de la Comisión Ambiental de la Megápolis (CAMe), Víctor Hugo Páramo.
Por ello, las autoridades alertaron a la población para estar alerta de los niveles de contaminación atmosférica y seguir las recomendaciones de la CAMe, sobre todo adultos mayores, personas con padecimientos respiratorios o circulatorios.
Durante la temporada de ozono en el Valle de México, las condiciones climáticas caracterizadas por altas temperaturas, intensa radiación solar, poca nubosidad y vientos leves favorecen la formación y acumulación de ozono en la zona suroeste. Estos fenómenos son el resultado de sistemas anticiclónicos y ondas de calor que impactan significativamente la calidad del aire en esta área metropolitana.
La presencia de sistemas anticiclónicos y la incidencia de ondas de calor contribuyen a una atmósfera estable, limitando así la dispersión de contaminantes y permitiendo que el ozono se acumule. Este gas, aunque es vital para proteger la tierra contra la radiación ultravioleta en la estratosfera, a nivel del suelo resulta ser un contaminante que puede afectar seriamente la salud respiratoria de la población. La configuración geográfica del Valle de México, rodeado por montañas, agrava la situación al impedir la dispersión de los contaminantes.
Entidades gubernamentales y organizaciones medioambientales han señalado la importancia de monitorear los niveles de ozono, especialmente durante estos períodos, para implementar medidas que ayuden a reducir la exposición de la población a este gas nocivo.
Las recomendaciones incluyen limitar actividades al aire libre durante las horas de máxima concentración de ozono y la implementación de programas para reducir emisiones vehiculares y de industrias, principales fuentes de los precursores del ozono.
El monitoreo constante de las condiciones climáticas y de la calidad del aire es esencial para la activación de alertas tempranas y la toma de decisiones informadas en materia de salud pública y medio ambiente.
La situación del ozono en el Valle de México no solo pone de relieve las implicaciones de ciertos fenómenos climáticos en la calidad del aire, sino que también subraya la necesidad de políticas de gestión ambiental más efectivas y de una participación activa de la comunidad en las iniciativas de conservación y protección ambiental. La cooperación entre instituciones gubernamentales, organizaciones no gubernamentales, el sector privado y la ciudadanía es fundamental para abordar esta problemática de manera integral y sostenible.