En 2020, las investigaciones de la Fiscalía del Estado de Jalisco llevaron a los agentes a un caso que, por su brutalidad, reflejaba el poder que el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) había adquirido a nivel social.
Una joven de 15 años, cuya identidad se mantiene reservada hasta la fecha, fue detenida y enviada a ‘La Granja’, como se le conoce al Centro de Atención Integral Juvenil del Estado de Jalisco (CAIEJ).
¿El motivo? Las autoridades la identificaron como integrante de una célula de sicarios al servicio del CJNG. Y aunque no se comprobó que estuviera involucrada con algún homicidio, cumplía con una labor aún más escabrosa, según declaraciones de un agente anónimo del Ministerio Público recuperadas por Ricardo Ravelo en su libro El amo de Jalisco: un gobierno con estructura criminal.
“Tenemos comprobado que esta chava, que estaba en el colegio [...] era la encargada de destazarlos. Seccionarlos y fragmentarlos por encargo del cártel”, reveló el funcionario.
El sensible caso, del cual no hay registros públicos, fue conocido al interior de la Fiscalía como el de ‘la niña carnicera’, según narra el escritor. “¿Sabes cuándo vamos a poder reinsertar a la sociedad a esta joven? ¡Nunca! ¿Te imaginas el grado de envenenamiento que trae en la cabeza?”, manifiesta el entrevistado.
Durante la charla con Ravelo, el elemento ministerial refiere que en Jalisco es común encontrar células de sicarios compuestas por jóvenes de edad universitaria.
“La constante es que son muy chavos los detenidos. Son de fácil enganche para el cártel”, explicó. Al hacer un estimado del dinero que el CJNG les ofrece para sumarlos a sus filas, la fuente reveló que “con cinco mil, seis mil pesos mensuales, un arma y poder, se reclutan fácilmente”.
En 2017, recuerda el escritor, un grupo de jóvenes ‘levantados’ por el CJNG logró escapar y dar su testimonio sobre las “escuelas del crimen” que este grupo había montado en el estado.
Su modus operandi consiste en crear ofertas de trabajo falsas para recibir capacitación como agentes de seguridad. Una vez que se encuentran con los aspirantes —casi siempre jóvenes—, los privan de su libertad y los llevan a campamentos en Tala y Mazamitla para entrenarlos como sicarios contra su voluntad.