Jaramillo Moreno, integrante del Grupo de Hidroclimatología Tropical del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la Universidad Nacional Autónoma de México, planteó una perspectiva ante la crisis hídrica que se avecina, donde las actividades cotidianas tienen un impacto negativo para la disponibilidad, distribución y calidad de este elemento.
El especialista señaló que las acciones humanas tienen un impacto significativo para que se lleve a cabo el ciclo que permite la disponibilidad del líquido en el planeta. En tanto, las urbes han provocado que el agua superficial cambie su ruta, por ello, explicó, se inclinan por extraerla del subterráneo, sin embargo, esto esto provoca la contaminación de los acuíferos, además de poner en riesgo la salud de quienes la ingieren derivado a las enfermedades que estas podrían provocar.
“Infecciones con Escherichia Coli, salmonella, schistosoma, incluso hepatitis A”, explicó Jaramillo Moreno en el semanario “Aprendiendo cómo los humanos modifican el ciclo hidrológico”.
Incluso, la deforestación ha provocado una alteración en el balance hídrico, pues la infiltración de agua ha disminuido, debido a los impermeabilizantes o el propio asfalto que se coloca en las ciudades, todo ello causa inundaciones.
Para ejemplificar de mejor manera la dimensión del problema contra el cuál nos enfrentamos y como hemos afectado en los proceso naturales, Jaramillo Moreno compartió una serie de datos sobre como se constituye nuestro planeta y cuáles podrían ser nuestras principales fuentes del líquido vital.
“El agua no es tanta como imaginamos, es una cantidad finita: 96.5 por ciento está en los océanos, solo 2.5 por ciento es fresca (dulce), de ese porcentaje la mayor cantidad se encuentra en glaciares en capas de hielo, y otro porcentaje en aguas subterráneas”, explicó el especialista.