La gastronomía latinoamericana destaca por su diversidad y riqueza histórica, y entre sus platillos más emblemáticos se encuentra el tamal, cuyo nombre deriva del término náhuatl “tamalli”, que se traduce como “envuelto”. Aunque es ampliamente reconocido México como el lugar de origen de esta receta ancestral, basada en el maíz, investigaciones revelan que su presencia se extiende a lo largo de toda Latinoamérica. Recientes estudios, llevados a cabo por los investigadores Patricia Colunga y Daniel Zuzumbo en 2017, han localizado cerca del volcán de Colima restos de tamales que sugieren prácticas culinarias prehispánicas ligadas al maíz.
Esta teoría refuerza la noción de un enriquecimiento mutuo entre las culturas de América Latina, y destaca cómo un platillo puede convertirse en símbolo de identidad compartida. La influencia del tamal en las prácticas culinarias latinoamericanas evidencia la profunda conexión entre la gastronomía y la historia de los pueblos, marcando un interés constante por preservar y celebrar las tradiciones ancestrales.
El 2 de febrero marca una celebración profundamente arraigada en la cultura mexicana, conocida por su devoción a los tamales durante la fiesta de la Candelaria. Este día, las mesas de México se llenan de tamales de una diversidad impresionante, variando en sabores, colores y tipos, envueltos en hojas de totomoxtle o de plátano, y rellenos con ingredientes que van desde salsa verde, rajas, mole, dulce, flan, chocolate hasta pejelagarto y armadillos.
Este acontecimiento no solo demuestra la predilección de los mexicanos por el maíz sino que también resalta su significado cultural y espiritual. Erika María Méndez Martínez, maestra en antropología por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, señala que el consumo de tamales en estos primeros días de febrero se vincula tanto con la religión católica como con tradiciones precristianas, incluida la bendición de las semillas. Este rito es parte esencial de las festividades que inauguran el ciclo agrícola, donde se realizan ofrendas de las cosechas acompañadas de oraciones para asegurar una temporada de siembra exitosa.
Además, este periodo también servía de marco para el Atamalcualiztli, una festividad que rendía homenaje a Tláloc, el dios mexica de la lluvia, con tamales de agua como platillo principal. Según los registros del cronista Fray Bernardino de Sahagún, en el antiguo calendario mexica se preparaban tamales que luego eran colocados en altares y ofrecidos a deidades como Xilonen, la diosa del maíz tierno, y Huitzilopochtli, el dios de la guerra.
Estas prácticas demuestran la importancia de los tamales no solo como un alimento básico en la dieta mexicana sino también como un elemento fundamental en sus rituales y festividades. A través de los siglos, los tamales han mantenido su relevancia, siendo un testimonio vivo de la riqueza y profundidad de la tradición mexicana y su habilidad para fusionar creencias y costumbres de distintas eras.