Eréndira, una mujer de 33 años, se sometió al proceso de gestación por sustitución en dos ocasiones, con la intención de ayudar a una pareja francesa a tener un bebé, sin embargo, el embarazo no tuvo el desenlace feliz que todos esperaban, y aunque la bebé logró nacer, no pudo sobrevivir más de una hora, dejándola a ella en una profunda depresión.
Al investigar sobre este proceso, también conocido como vientre de alquiler, Eréndira supo que consistía en una transferencia embrionaria sin comprometer sus óvulos, además, recibiría un pago de 300 mil pesos por llevar el embarazo y entregar al bebé, según el testimonio recogido por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y difundido a través de la Gaceta.
“Me topé con una clínica en el Estado de México y me invitaron a conocerla. Al principio estaba dudosa de asistir, pero al final la visité y, al no ver ninguna irregularidad, decidí dar el sí y someterme al proceso”, narró Eréndira con el semblante de profunda tristeza que le dejó la experiencia.
El embrión que Eréndira trató de gestar fue para un matrimonio francés que no podía tener hijos. Relata que a la mamá de intención sólo la conoció a través de una sola videollamada, y con apoyo de una traductora, pues la clínica limitaba el contacto entre las dos partes.
Explicó que los primeros requisitos para ser gestante fueron tener de 20 a 35 años, contar al menos con un hijo, una cesárea y no tener vicios.
Su infancia fue difícil luego de perder a sus padres, así que a una corta edad terminó en un orfanato, donde conoció a quien más tarde se convirtió en el padre de sus tres hijos. Sin embargo, la relación no fue buena para ella debido a que él era “muy controlador”, razón por la cual decidió separarse.
Al tomar el control de sus decisiones, se sintió convencida de ayudar a otras personas a lograr el sueño de la maternidad. Así, se sometió al procedimiento.
Luego de cumplir con los primeros requisitos, en la clínica la entrevistaron a fin de conocer su estado civil y la situación física y de salud de sus hijos. Posteriormente le hicieron estudios clínicos generales y psicológicos.
Eréndira recuerda que antes de iniciar el procedimiento la medicaron con hormonas y ácido fólico para estimular su matriz. También le practicaron ultrasonidos para identificar sus días de ovulación y poder hacer la transferencia del embrión.
Sobre la medicación aplicada en estos procedimientos, Yolanda Bernal Alvarez, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM, señala que “el embarazo en sí genera una alteración hormonal; no obstante, en la gestación por sustitución hay una administración extra de hormonas antes del proceso, lo que produce una serie de cambios neurológicos, biológicos, psicológicos y por ende emocionales”.
En el caso de Eréndira, la primera transferencia se llevó a cabo en junio de 2022, sin embargo, no se logró. Pese al desánimo, en agosto del mismo año lo intentó por segunda vez y en esta ocasión sí quedó embarazada.
Por someterse al procedimiento, la clínica ofreció a Eréndira un pago de 300 mil pesos, de los cuales 150 mil serían distribuidos durante los nueve meses de embarazo; 75 mil más antes del nacimiento de la bebé y los 75 mil restantes al entregarla a los padres contratantes.
La gestante cuenta que a los 15 días de embarazo recibió 10 mil pesos, misma cantidad que le dieron en la semana siete, en la ocho fueron 15 mil y posteriormente cada mes serían 20 mil. Sin embargo, no pudo percibir la cantidad total acordada porque perdió a la bebé.
Relató que a los seis meses de gestación acudió a la clínica para una de las revisiones, pero el personal le mencionó que presentaba contracciones y que la bebé estaba en peligro.
“En ese momento me trasladaron al hospital para dar a luz”, rememoró con visible angustia.
Al pasar el efecto de la anestesia, las enfermeras le comentaron que la bebé ya había nacido e incluso la felicitaron. No obstante, en menos de una hora le informaron que murió, situación que le provocó un fuerte impacto emocional.
“Me dolió mucho que la bebé muriera, el saber que no pude completar el proceso y hacer feliz a una familia, pensaba en cómo se sentían ellos y me quedó muy marcado el pensamiento de saber que no pude ayudarlos”, expresó con la voz entrecortada.
Explica que la clínica cortó el vínculo a partir de ese instante, dejando a Eréndira sin el apoyo psicológico, a pesar de resultar afectada emocionalmente y con un fuerte problema de depresión.
Luego de semanas de vivir su duelo en total aislamiento, al grado de descuidar a sus tres hijos pequeños, finalmente pudo encontrar ayuda psicológica fuera de la clínica.
A la distancia, Eréndira reflexiona sobre los riesgos que enfrentaba ella y su familia al participar en este procedimiento.
“Por lo que yo viví siento que te pones en riesgo como gestante, y ahora pienso con mayor claridad que soy mamá de tres hijos que todavía están pequeños. Si me hubiera pasado algo a mí, la clínica no se iba a hacer responsable de ellos ni de mí”.