Teotihuacán es sin duda una de las zonas arqueológicas más importantes de todo México, pues compite en belleza y grandeza con otras ancestrales ciudades precolombinas. Y no es para menos, pues sus pirámides son auténticos portentos de belleza y construcción.
Cuenta la leyenda que cuando los mexicas se encontraron cara a cara con la ciudad se asombraron a tal punto de pensar que había sido construida por gigantes y que era la antigua morada de los poderosos dioses. La realidad es que poco se sabe de Teotihuacán, en parte por su antigüedad, pues es incluso más vieja que La Gran Tenochtitlan, la capital mexica que fue conquistada por Hernán Cortés en 1521.
Desde que Teotihuacan fue descubierta y excavada hace tantos años, específicamente en 1910 por órdenes de Porfirio Díaz, muchos exploradores y arqueólogos han recorrido sus rincones para aprender un poco más de la antigua civilización que la habitaba.
Estos trabajos han arrojado muy buenos resultados, y aunque todavía se desconocen muchos detalles y hay un aura de misterio que aún rodea a la zona arqueológica, algunos misterios han sido parcialmente resueltos, como por ejemplo lo que hay dentro de una de sus principales pirámides: la del Sol.
Lo que encontraron al interior de la emblemática Pirámide del Sol
Durante años de excavaciones y construcción de túneles dentro de la edificación, se ha descubierto, además de cómo fue construída, ciertas ofrendas que los antiguos teotihuacanos colocaron mientras era construida. Son piezas con gran importancia ritual y cultural.
Todos los tesoros hallados corresponden a distintas épocas y diferentes etapas de construcción. Resaltan muchas de estas piezas, como es el caso de un nonato, muy antiguo, que dio a entender a los expertos que se sacrificaban infantes para rendir culto a deidades de la lluvia.
De igual forma, fue encontrado el cráneo de un niño de unos seis años de edad cuya fisonomía estaba deformada. Se especula que también murió al ser ofrendado durante la construcción de la impresionante Pirámide del Sol.
Pero no todo lo que dio “vida” a la edificación eran seres humanos; los arqueólogos también encontraron objetos como afiladas navajas de obsidiana, discos de pirita, caracoles marinos de gran volumen y proyectiles, una máscara, figurillas de personas y muchos otros tesoros.
Los animales también eran ofrendas para los dioses, por lo que en el interior de la pirámide se encontraron huesos de águilas, conejos, pumas, lobos y un cóndor.
Cómo construyeron la Pirámide del Sol
A diferencia de otras edificaciones del país que se levantaron encima de antiguas pirámides (como fue el caso del templo de Kukulkán en Chichén Itzá), la Pirámide del Sol se levantó en un sólo proceso. Poco a poco, los antiguos arquitectos fueron alzando el impresionante edificio.
Sobre cómo se construyó el núcleo, los expertos indican que se utilizaron varias capas de tierra y de tepetate molido, así como piedras, cerámica, carbón y lítica.
Por muchos años, la imponente pirámide estuvo sepultada en la tierra. Hace muchos años, si uno pasaba por ahí, no se encontraba con las antiguas edificaciones, sino pequeñas montañas y montículos que las hacía pasar desapercibidas.
De hecho se cuenta que Hernán Cortés, a su llegada al centro de nuestro país, nunca sospechó que debajo de los montes había una ciudad perdida en el tiempo. Fue hasta inicios del siglo XX cuando comenzaron los labores de construcción para sacar a Teotihuacán de la tierra.
No sólo los mexicanos, sino ciudadanos de todo el mundo visitan la zona arqueológica desde hace décadas. Uno de los destinos favoritos de los turistas es, precisamente, la Pirámide del Sol.