“Busquen a El Mayo Zambada y Mátenlo”. Esta fue la orden de Ramón Arellano Félix a sus pistoleros; la razón una deuda millonaria del ahora líder del Cártel de Sinaloa por usar la plaza de Tijuana para enviar droga a Estados Unidos.
Eran principios de la década de 1990, años en los que el Cártel de Sinaloa no se conocía como tal; la plaza era controlada por El Mayo Zambada, recibida directamente de Miguel Ángel Félix Gallardo, “El Jefe de Jefes”; también eran tiempos cercanos a la ruptura con los hermanos Arellano Félix.
En su libro El Cártel, el periodista Jesús Blancornelas relata como comenzó a fracturarse la relación entre El Mayo Zambada con Benjamín y Ramón Arellano Félix y que provocó una cacería de los hermanos contra el narcotraficante que a sus 76 años presume nunca haber pisado la cárcel.
El Mayo “heredó” la plaza de Sinaloa de Félix Gallardo, ex líder del Cártel de Guadalajara, y los Arellano Félix aprendieron a manejar Tijuana bajo el apadrinaje de Jesús Labra Avilés, alias “Don Chuy”; pero la “sugerencia” de “El Jefe de Jefes” era que todos cooperaran y pagaran por el uso de otras plazas para el trasiego de marihuana y cocaína. Condición que El Mayo Zambada no respetó.
De acuerdo con Blancornelas, El Mayo usó la plaza de Tijuana cuantas veces quiso para enviar toneladas de cocaína y marihuana a Estados Unidos, pero no pagó el “derecho de piso” que garantizaba la tranquilidad de las plazas. La droga seguía pasando y la deuda de “El Señor del Sombrero” se hizo cada vez más grande.
La situación se rompió cuando Benjamín le dijo a Ramón que El Mayo Zambada ya debía 20 millones de dólares al Cártel de Tijuana.
“Busquen a El Mayo Zambada, nos está viendo la cara”
Temperamental como era Ramón Arellano Félix, ordenó una cacería contra El Mayo, pues este se negó a pagar la deuda a pesar de que seguía enviando cargamentos de droga a Estados Unidos. En tanto, la investigación de Blancornelas reveló que Zambada nunca desconoció la deuda, sólo se negó a pagar los 20 millones de dólares porque “no tenía dinero”.
Sin embargo, para Ramón Arellano Félix la excusa carecía de verdad porque los hombres del ahora líder del Cártel de Sinaloa seguían llenando las bodegas de Tijuana con droga que rápidamente vendían. ¡“Mátenlo”!
Aunque Benjamín Arellano Félix quería llegar a un arreglo con El Mayo Zambada, su hermano se negó; tenía que pagar la afrenta al Cártel de Tijuana y su muerte también serviría de advertencia a sus rivales. Los dueños de la frontera comenzaban a nacer.
Quizá para demostrar su poder es que Ramón y Benjamín no le informaron de su castigo a Jesús Labra ni a Miguel Ángel Félix Gallardo -quien dicen que desde prisión siguió manejando los hilos del narco por varios años-.
Pistoleros salieron en busca de “El Señor del Sombrero” y se lo encontraron rápido sobre la Avenida Las Palmas de Tijuana; Pedro, Juvenal y Lino se llamaban los sicarios de los Arellano Félix: el primero de ellos sugirió seguir a El Mayo y dispararle ahí, en plena tarde y al calor de la ciudad fronteriza; el segundo dijo que era una mala idea, había muchos testigos y se haría un escándalo; el tercero no habló.
Mientras decidían si matar a El Mayo Zambada esa tarde de 1992, Pedro y Juvenal comenzaron a discutir: Pedro iba al volante y amenazó con asesinar a su compañero; Juvenal no lo pensó dos veces, sacó su pistola y le disparó en la cara.
Días más tarde se reunió el “Consejo de Jefes” del Cártel de Tijuana, frente a ellos estaba Juvenal; el que habló entonces fue Benjamín: “¿Alguien saca la cara por él” -dijo, pero nadie respondió-.
Lino, el tercer sicario (el mudo en el auto) sacó su pistola y disparó en la cabeza de Juvenal, el pistolero que se negó a matar a El Mayo Zambada. Nunca se supo si trabajaba para él o sólo no querría hacer un escándalo en Tijuana; respecto a la deuda, el líder del Cártel de Sinaloa nunca la pagó.