Los recientes hechos ocurridos en el estado de Tamaulipas donde sujetos armados secuestraron un camión con 36 migrantes hizo recordar una de las terribles etapas de violencia que fue provocada por una guerra a muerte entre el Cártel del Golfo y de Los Zetas, quien en su momento fue el brazo armado de uno de los grupos criminales más antiguos y poderosos de México.
De acuerdo con un documento del Colegio de México, el Cártel del Golfo deriva de una organización de contrabando de whisky en Matamoros, la cual era dirigida por Juan Nepomuceno Guerra que se encargaba de traficar esta bebida alcohólica a los Estados Unidos a través del estado de Texas en la década de los treinta del siglo pasado, cuando el alcohol era prohibido en el vecino país.
El texto, que lleva por nombre “Breve Historia de los Zetas”, refiere que a mediados de los años ochenta, Nepomuceno Guerra pasó de manera paulatina la dirección de su organización a Juan García Ábrego, uno de sus sobrinos.
“Bajo el liderazgo de éste, el cambio principal en el Cártel del Golfo fue su transición hacia al negocio del narcotráfico a gran escala, aprovechando la situación del mercado internacional de drogas.6 García Ábrego se benefició, sobre todo, de la ubicación privilegiada de Tamaulipas”, señala el artículo.
La entidad, además de su riqueza petrolera y de gas natural, se encuentra en el Golfo de México y comparte 370 kilómetros de frontera con Estados Unidos, al tiempo que tiene 17 cruces fronterizos con la Unión Americana.
Según el Colmex, “el crecimiento del Cártel del Golfo fue espectacular en los primeros años de la década de los noventa, al grado de que se ha especulado sobre un trato especial de las autoridades mexicanas hacia García Ábrego”. Sin embargo, su liderazgo duró un poco más del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, pues fue detenido el 14 de enero de 1996.
Tras una serie de disputas internas y detenciones de otros integrantes, Osiel Cárdenas Guillén se apoderó del liderazgo de la organización con apoyo de Arturo Guzmán Decena, un ex militar de élite que era su guardaespaldas, mismo que fue el encargado de crear a Los Zetas a petición de su jefe.
Este personaje se enfocó en convencer a sus antiguos compañeros del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), una unidad de élite del ejército mexicano, con miembros seleccionados cuidadosamente para recibir entrenamiento en contrainsurgencia en la Escuela de las Américas.
Guzmán Decena se dio a la tarea de convencer a estos antiguos militares de élite a que abandonaran el Ejército y trabajaran para el nuevo líder del Cártel del Golfo.
Dentro de las personas que fueron convencidas estaba Heriberto Lazcano Lazcano, alias El Lazca o el Z-3, quien ocupó el liderato del brazo armado del Cártel del Golfo tras el asesinato de Guzmán Decena por parte del Ejército mexicano en un restaurante de Matamoros en noviembre del 2002. Un año después, fue capturado Cárdenas Guillen en marzo del 2003.
Pese a su captura, Cárdenas Guillen siguió controlando la organización hasta su extradición a los Estados Unidos. Los Zetas comenzaron a ganar territorio y mayor presencia debido a su formación militar y su “innovación” en el mundo criminal: su extrema violencia.
“No son sólo violentos debido a que sus líderes tienen afición por la agresión, sino que siguen un modelo económico que se basa en controlar el territorio de una manera violenta”, señala el libro Los Zetas de Guadalupe Correa.
La extradición de Cárdenas Guillen fue el punto de quiebre entre ambas organizaciones, debido a que, según la periodista Marcela Turati, el gobierno de los Estados Unidos le ofreció beneficios al ex líder del Cártel del Golfo en su sentencia si entregaba información y el dinero de su actividad ilícita.
“El pacto que aceptó Cárdenas Guillén derivó en una guerra a muerte con los Zetas, tras saberse traicionados”, refiere el libro “San Fernando: Última Parada” de Turati.
Este hecho provocó un “terrible y cruel periodo” entre el 2010 y 2012 en el que ambas organizaciones “peleaban por mostrar qué bando era propietario del territorio que había compartido, exterminar a todo aliado del grupo contrario y a sus posibles futuros cómplices, y boicotear los negocios de los rivales”.
En el 2010, los Zetas masacraron a 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, y asesinaron a más de 200 pasajeros de autobuses o automovilistas que pasaban por ese mismo municipio, entre otros crímenes en Coahuila y Monterrey.