Era primo de “El Cochiloco” y se movía con libertad por las plazas de Mexicali, Tecate, San Luis Río Colorado y Tijuana, algo que no gustó a los “dueños” de las mismas porque no pagaba derecho de piso; así que antes de meterle 600 balazos, los hermanos Arellano Félix, el Güero Palma y El Chapo Guzmán le arrancaron los brazos en una trilladora.
Después de la detención de Miguel Ángel Félix Gallardo el 8 de abril de 1989, desde la prisión ordenó el reparto de las plazas para la venta de droga: El Chapo se quedó con Tecate, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo fueron para Rafael Aguilar, San Luis Río Colorado se le entregó a Héctor El Güero Palma, Nogales y Hermosillo a Emilio Quintero Payán, Tijuana para Jesús Labra Avilés, Mexicali a Rafael Chao y Sinaloa quedó en manos de Ismael El Mayo Zambada y Baltazar Díaz Vera.
De acuerdo con información del periodista Jesús Blancornelas en su libro El Cártel, Félix Gallardo dejó libres a tres personajes para que se movieran con libertad por todas las plazas: Manuel Beltrán Félix, Rigoberto Campos y Javier Caro Payán; su función era ser enlace entre todos los grupos y coordinar el envío de drogas de un punto a otro del país.
El plan del Jefe de Jefes duró apenas unos años pues Campos Salcido o “El Manos Mochas”, como más tarde se le conocería, comenzó a meter las manos en las plazas de Colima y Sinaloa, donde Manuel Salcido Uzeta “El Cochiloco” tenía una fuerte presencia; pero cuando quiso hacer lo mismo en Baja California los Arellano Félix le pusieron un alto y una advertencia a todos los demás narcos. Tijuana Ya tenía dueños.
El Chapo Guzmán y los Arellano Félix
Para poner un “correctivo” a Rigoberto Campos, los jefes de las plazas de Tecate, Mexicali, Tijuana y San Luis Río Colorado se unieron. Lo levantaron en el Valle de Mexicali y lo llevaron a un rancho donde le metieron las manos en una trilladora.
Aunque no perdió la vida, las manos se las amputaron, lo que no le impidió seguir manejando armas de diferentes calibres para “defenderse” de sus rivales. Viajaba a menudo con más de una docena de sicarios que lo protegían cuando se trasladaba de Tijuana a Sinaloa. Fue también junto a ellos donde quedó su cuerpo lleno de balas.
Y es que tras cortarle los brazos, los Arellano Félix, El Chapo Guzmán y El Güero Palma decidieron que tenían que matarlo para enviar un mensaje a los demás narcos que quisieran entrar a un territorio sin respetar a los jefes de plaza y pagar el debido derecho de piso.
El encargado de dirigir su muerte no podía ser otro que Ramón Arellano Félix, quien ordenó a una veintena de sicarios aposentarse en la rampa Cetys y el Boulevard Insurgentes de Tijuana para esperar el paso de los dos Mercury Grand Marquis en los que viajaban “El Manos Mochas” y sus escoltas.
Rigoberto Campos acababa de apostar un millón de dólares en una carrera de caballos -así esa su pasión por las parejeras- y tenía que regresar por donde Ramón desplegó a sus hombres.
De poco sirvieron los chalecos antibalas ante la intensidad de las ráfagas con cuernos de chivo; los autos quedaron completamente perforados, los cristales rotos, el brazo ortopédico de Rigoberto recargado sobre la puerta, sus pantalones deshechos y húmedos de sangre; su chofer no soltó la palanca de velocidades ni quitó el pie del acelerador.
Eaa el año de 1991 y el mensaje fue enviado con éxito a los demás capos; nadie intentó competirle la plaza a los Arellano Félix, al menos hasta una década después, cuando en 2002 asesinaron a Ramón y detuvieron a Benjamín.