La madrugada del 1 de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) lanzó una declaración de guerra contra el Estado y tomó por las armas cinco cabeceras municipales en Chiapas: San Cristóbal de las Casas, Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo y Chanal.
Se cumplen tres décadas de aquel capítulo de la historia que cimbró al sector político y social de México; desde entonces aún quedan vestigios de aquel movimiento.
El origen
El levantamiento zapatista fue una rebelión de 12 días encabezada por el grupo armado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el 1 de enero de 1994 en el estado de Chiapas, tal acontecimiento alcanzó difusión internacional debido a sus demandas de justicia y reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas de México.
Su principal base social fueron los pueblos indígenas de la región de las Cañadas, los Altos y la zona norte de Chiapas, un gran número de personas al mando eran indígenas cuyo aparato militar estaba subordinado a un consejo de delegados de las comunidades zapatistas denominado Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI); por ello, las comunidades indígenas y el EZLN colaboraban para salvaguardar la clandestinidad de los insurgentes.
Reclutar nuevos combatientes; garantizar provisiones para sostener a los guerrilleros; participar en movilizaciones de protesta; y realizar trabajos colectivos de infraestructura y servicios comunitarios fueron las funciones que estrecharon los lazos de solidaridad comunitarios, incrementando la integración social y afianzando la identidad zapatista.
Los zapatistas, encabezados por el Subcomandante Marcos, se levantaron en armas el mismo día que entró el vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), antecedente de lo que ahora conocemos como T-MEC, exigiendo la reivindicación de propiedad sobre las tierras arrebatadas a las comunidades indígenas, un mejor reparto de la riqueza y la participación de las diferentes etnias tanto en la organización del estado de Chiapas como en el resto del país.
El Gobierno Federal reaccionó enviando tropas a Chiapas para sofocar la rebelión, 70 mil efectivos del Ejército; 12 días después declararon, unilateralmente, un alto al fuego; el resto es historia.
El líder detrás del EZLN
Rafael Sebastián Guillén Vicente, según la investigación del gobierno en 1995, sería el portador de la identidad civil del Subcomandante Marcos, el líder que encabezó las exigencias del Ejército Zapatista, quien presentó su tesis de licenciatura en filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en octubre de 1980, con el título “Filosofía y educación, prácticas discursivas y prácticas ideológicas. Sujeto y cambio históricos en libros de texto oficiales para la educación primaria en México”.
“No es lo mismo correr con tenis por las islas de la UNAM que desplazarse con botas en medio de lodazales cargando uniforme y pertrechos (...) el trabajo de investigación de Rafael Guillén parece una modesta pieza de oratoria universitaria diseñada por un muchacho inteligente e informado”, refiere Hugo Enrique Saez Arreceygor, investigador y catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) quien analizó a detalle el documento de titulación en la Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano “Pacarina del Sur”.
El investigador de la UAM también refiere que, “en las páginas juveniles de Guillén, los indígenas son todavía más invisibles: ninguna mención se dedica a ellos en el texto. Me queda la impresión de que en el texto de la tesis ambos discursos (el filosófico y el político) se desenvuelven a partir de posiciones irreductibles que acomodan los hechos a consignas previas, sin apelar a datos precisos que se relacionen entre sí”.
“Guillén Vicente se adscribe a la visión pedagógica de la revolución: Marx escribió El Capital con la ilusión de que un obrero pudiera educarse en sus páginas para hacer la revolución. Marcos rompe con la visión pedagógica clásica (...) entiende que el educador necesita ser educado y se sumerge en medio de los oprimidos: el príncipe sirve al pueblo y el pueblo sirve al príncipe”, concluye Saez Arreceygor.