La celebración del Día de los inocentes tiene raíces tanto en tradiciones paganas como en narrativas cristianas. Además, está vinculada a un suceso bíblico trágico comandado por el rey Herodes, quien ordenó la matanza de menores de dos años en un intento de eliminar a Jesús. En la actualidad, la costumbre se ha transformado en una jornada donde la ingenuidad de las personas es el centro de las bromas cada 28 de diciembre, según el Ajuntament de Barcelona.
El origen pagano de esta fecha destaca como una de las varias festividades de inversión durante el invierno, que comienzan con las festividades de San Nicolás y concluyen con el Carnaval. Estas son ocasiones en las que se rompen las normas sociales habituales y se celebra la transgresión. Por otro lado, el contexto cristiano de esta fecha evoca los padecimientos de niños inocentes narrados en las Escrituras.
La adaptación cultural a lo largo de los siglos ha suavizado el elemento trágico de la fiesta cristiana y la ha incluido en la tradición popular como un día para realizar bromas. Los “inocentes” del 28 de diciembre son aquellos que se convierten en el blanco de las travesuras, así se perpetúa una costumbre que mezcla elementos divertidos con la conmemoración de un episodio trágico y religioso.
¿Por qué se hacen bromas el Día de los inocentes?
La explicación se remonta a las fiestas romanas en honor a Saturno, conocidas como las saturnales, donde era costumbre que los esclavos desfrutaran de una libertad temporal para realizar bromas. En este día también es representa cómo una narrativa de dolor se ha ido transformando en una más alegre a lo largo del tiempo.
Pese a esta explicación, es imposible determinar con certeza el motivo de esta transformación hacia lo cómico, según explicó a National Geographic el investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, Gustavo Ludueña.
La unión entre el pasado y el presente de esta festividad radica en el concepto de la inocencia, factor esencial que persiste y se adapta a los tiempos. Ludueña precisó que lo que resulta creíble para un niño, en el mundo adulto se refleja de forma opuesta. En este sentido, una broma o engaño se convierte en un mecanismo que, por un instante, reduce al adulto a la condición de niño, involucrándolo en un juego de falsedades e ilusiones.
Esta celebración aún es un punto de encuentro entre herencia histórica y costumbres divertidas, una jornada que invita a la reflexión sobre la transformación de las prácticas culturales a través del tiempo. El Día de los inocentes aún evoluciona e incorpora nuevos elementos de la cultura moderna, mientras conserva sus raíces que se pierden en la historia.