En 2018, el entonces Fiscal General de Justicia del Estado de México, Alejandro Gómez Sánchez, reconoció que la entidad era el mayor mercado de drogas de todo el país durante una entrevista con El Universal.
La “simple” razón de esto, dijo, era porque se trata del estado más poblado de México, pues hasta 2020 acumulaba la cifra de 16 millones 992 mil 418 habitantes. Sin embargo, hay una amplia variedad de razones por las cuales los cárteles del narco han tratado de dominar este territorio, en especial la región del sur.
Un reporte del Programa de Política de Drogas del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) señala que suele haber dos motivaciones por las que un grupo criminal decide establecerse en una región.
La primera, según la autora María del Pilar Fuerte Celis, es controlar el uso del territorio como vía para el tráfico de mercancías y personas, así como para definir puntos de resguardo. La segunda es tener acceso a “actividades alternas” que les permitan obtener mayores recursos.
Con la combinación de ambos factores, añade la autora, estas estructuras buscan “asegurar su existencia en la guerra”.
El municipio de Texcaltitlán fue escenario de un violento enfrentamiento entre pobladores y sicarios de la Familia Michoacana que dejó un saldo de 14 personas fallecidas. La comunidad de agricultores decidió tomar los machetes y defenderse de las extorsiones y cobros de piso perpetrados por la organización delictiva.
Texcaltitlán es, junto con Coatepec Harinas, Almoloya de Alquisiras y Amanalco de Becerra, una de las principales demarcaciones en la producción de haba al sur del Edomex. La facción encabezada por Rigoberto de la Sancha Santillán, alias ‘El Payaso’, le exigía a los agricultores que pagaran un peso por cada metro cuadrado de cosecha de esta planta.
Con este tipo de actividades, replicadas por los cárteles en Guerrero y Michoacán, la Familia Michoacana consigue dinero adicional para financiar sus despliegues bélicos y sus operaciones vinculadas al tráfico de fentanilo y la producción de metanfetamina.
La ubicación geográfica del Estado de México es otro de los elementos que han convertido a la entidad en un territorio en constante disputa. Aunque al sur es la Familia Michoacana quien controla las plazas, el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha intentado arrebatarle el manejo de los negocios ilícitos en municipios como Temascaltepec, Luvianos, Sultepec, Tonatico, Tlatlaya, Malinalco e Ixtapan de la Sal, por mencionar algunos.
Controlar el corredor sureño de la entidad mexiquense le permite a estas agrupaciones tener acceso a la región de Tierra Caliente —en Guerrero y Michoacán—, así como al estado de Morelos, en el que son comunes los casos de extorsión a bares, mercados y empresas.
En este sentido, el Estado de México es un lugar de paso obligado en lo que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) identifica como la “Ruta del Centro” en el tráfico de drogas, que inicia en Veracruz, pasa por la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) y llega a Zacatecas, en donde se divide hacia Ciudad Juárez, por un lado, y hacia Piedras Negras, por el otro.
Adicionalmente, un texto elaborado por docentes de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) refiere que desde 2010 las industrias legales ya habían empezado a ser absorbidas por el crimen organizado en el sur de la entidad, a menudo mediante coerción, de manera que se podían percibir actividades como “tráfico de armas y estupefacientes por los propios productores, empleando productos agropecuarios y fauna para disimularlo”.
Otros factores como la “falta de infraestructura carretera, ausencia de servicios de todo tipo y distancia entre poblados” hacen que la zona sea aún más atractiva para los cárteles, ya que también les permite realizar ejecuciones, hacer reclutamientos forzados, controlar el narcomenudeo y esconderse.