En la segunda mitad de la década de 1970 tres grandes narcos de la época se reunieron con comandantes de la Policía Judicial Federal (PJF) y de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en un hotel de Culiacán, Sinaloa; eran los tiempos de la “Operación Cóndor” y de Pedro Avilés Pérez, alias “El León de la Sierra”, de Ernesto Fonseca Carrillo, “Don Neto” y de Eduardo Fernández Juárez, “Don Lalo”.
Para entender el contexto de la “Operación Cóndor” debemos remontarnos hasta el año 1969 cuando el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, anunció el cierre de la frontera terrestre con México para implementar el “Operativo Intercepción”, el cual incluía -sin previo aviso- una revisión de todos los autos que querían cruzar al vecino del norte para buscar drogas.
La estrategia de Nixon era en realidad una presión a México emanada de una promesa de campaña y que terminó por consolidarse como una batalla contra el tráfico de drogas que desde entonces todos los presidentes estadounidenses han repetido.
Seis años después de la afrenta de Richard Nixon, el Gobierno de México en manos de Luis Echeverría anunció el inicio de la “Operación Cóndor” en los estados de Chihuahua, Sinaloa y Durango -el Triángulo Dorado de la droga-, con la intención de destruir los cultivos de marihuana y amapola que se sembraban en las montañas a más de mil metros de altura.
Helicópteros y avionetas -algunas proporcionadas por EEUU-, cinco mil soldados del Ejército Mexicano y 350 elementos de la PJF sobrevolaron la zona e implementaron retenes en las carreteras que conectaban al Triángulo Dorado; al cabo de unas semanas el informe de la Secretaría de la Defensa fue de toneladas (100) de marihuana decomisadas, kilogramos (cinco) de cocaína, narcolaboratorios desmantelados, la detención de 40 narcotraficantes y más de mil armas cortas y largas aseguradas.
La muerte de “El León de la Sierra” y el pacto con el narco
Aunque la “Operación Cóndor” se vendió como un duro golpe contra el narcotráfico de la época, en una de las suites del hotel Ejecutivo de Culiacán, los tres grandes narcos que dominaban el Triángulo Dorado quisieron sobornar al comandante de la PJF, Luis Huaracha López; en mayo de 1978 y con cerca de un millón de dólares metidos en un maletín quisieron comprar el silencio del policía y la protección para seguir con la siembra de marihuana y amapola.
“No necesito nada y cierre su maletín, sino ahora mismo lo detengo”, fue la respuesta de Huaracha a “El León de la Sierra” y “Don Neto”, quienes le habrían asegurado que sólo faltaba él para contar con el apoyo de todos los comandantes de la PJF y del Ejército que el Gobierno Federal había mandado en la “Operación Cóndor”.
De acuerdo con la versión de uno de los policías retirados de la DFS que emigró a EEUU para convertirse en testigo protegido, el personaje que insistió para que Luis Huaracha se reuniera con los narcos de Sinaloa no era otro que Miguel Nazar Haro, el director de la DFS acusado de desapariciones forzadas, secuestros, asesinatos, torturas y persecución a los opositores de los expresidentes Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo.
Entre el personal que se envió al Triángulo Dorado en la “Operación Cóndor” se encontraba la Brigada Blanca, una especie de grupo especial dedicado a allanar inmuebles, realizar detenciones ilegales, fabricar delitos y torturar a opositores al régimen.
Pero cuando el comandante Huaracha y sus hombres se enfrentaron a tiros con Pedro Avilés la noche del 15 de septiembre de 1978 descubrieron que los guardaespaldas de “El León de la Sierra” portaban credenciales de la DFS; en ese enfrentamiento en narco perdió la vida, dejando el camino libre para que Miguel Ángel Félix Gallardo, “Don Neto” y Rafael Caro Quintero comenzaran la historia del Cártel de Guadalajara.
“Permítanos estar en Culiacán, ya todos los comandantes aceptaron, solo falta usted. Yo estoy enfermo y quiero quedarme en mi tierra y así poder morirme aquí”: Pedro Avilés.
“El León de la Sierra” sí murió en Sinaloa y el inicio de la “guerra contra las drogas” comenzó con la revelación del primer pacto entre policías, militares y narcos en la región donde se presume hoy se esconde el narco más poderoso de la actualidad, Ismael Zambada García.