En octubre de 2015 un fuerte operativo de seguridad se desplegó por el Triángulo Dorado de la droga para buscar a Joaquín El Chapo Guzmán, quien se había fugado de Almoloya de Juárez tres meses atrás; entre la zona montañosa de Durango, Chihuahua y Sinaloa, el líder del Cártel de Sinaloa tenía su escondite y en él un libro del escritor italiano Roberto Saviano.
Esa tarde del 16 de octubre fuerzas federales estuvieron a punto de recapturar al Chapo Guzmán, pero el capo logró escapar aunque herido de una pierna y el rostro y sólo por unos meses, pues a principios de enero se daría su última y definitiva detención.
Al Chapo Guzmán le gustaba refugiarse en el Triángulo Dorado por ser su tierra y contar con el apoyo de los pobladores y los cientos de hombres armados para protegerlo; así lo hizo desde 2001 cuando se escapó del penal de Puente Grande, Jalisco, por eso la Secretaría de Marina y la Policía Federal lo fueron a buscar a la zona montañosa del norte del país.
Cuando llegaron a su escondite -un cuarto techado con láminas y apenas aseado- descubrieron ropa que el Chapo Guzmán abandonó en su rápida huída, una televisión colgada de una de las paredes, maletas a medio hacer y sobre una de las dos camas el libro “Zero, Zero, Zero” de Roberto Sabiano.
Los libros del Chapo y la cocaína de Saviano
El libro de Roberto Saviano narra los acuerdos que se presentaron en la década de 1980 entre los principales narcos colombianos y mexicanos; se trata de una novela plagada de investigación periodística que el propio escritor calificó como una adicción similar a la cocaína.
“Escribir sobre la cocaína es como consumirla. Cada vez quieres más noticias, más información y las que encuentras son suculentas, ya no puedes prescindir de ellas”, indicó en una entrevista con CNN en 2014.
Ya capturado por tercera ocasión y con el gusto de la lectura hasta ese momento desconocido, el Chapo Guzmán leyó dos libros más mientras esperaba su proceso de extradición a Estados Unidos: el primero que leyó fue un clásico “Don Quijote de la Mancha” y al terminarlo le dieron uno de superación personal, “Una vida con propósito” del pastor evangélico Rick Warren.
Para Roberto Saviano la generación de narcotraficantes como el Chapo Guzmán fue la última sin educación formal, pues ahora -señaló- mandan a sus hijos a estudiar a universidades dentro y fuera de México para convertirse en economistas o expertos en marketing: “Ellos hablan inglés con fluidez, son los gerentes, los cuellos blancos del tráfico de drogas; ellos saben como blanquear el dinero en el sistema financiero”.
El Chapo, de ser el protagonista a leer los libros
“Los señores del narco” es uno de los libros más emblemáticos del Chapo Guzmán, no sólo por la investigación de Anabel Hernández del Cártel de Sinaloa y la complicidad del gobierno, también porque puso sobre la mesa la hipótesis de como ocurrió realmente la primera fuga del capo.
Otros libros que tienen al Chapo como protagonista son “El Cártel de Sinaloa” de Diego Osorno, “El último narco” de Malcom Beith y “El Chapo. Entrega y traición” de José Reveles.
Sin televisión y obligado a permanecer 23 horas en su celda, al Chapo Guzmán no le quedó otra alternativa que refugiarse en la lectura, salvo la hora cuando puede tomar el sol en una jaula del patio; condenado a cadena perpetua más 30 años, no tiene muchas visitas; ningún guardia habla español, lo que le dificulta comunicarse; y en constantes ocasiones ha denunciado ser víctima de violaciones a sus derechos humanos y rogado porque lo dejen ver a su esposa y a sus hijas.