La industria textil ha sido durante mucho tiempo un motor económico en México. La posición que ocupa nuestro país en este rubro a nivel mundial varía dependiendo de los criterios que se tomen en cuenta, pero en la mayoría de clasificaciones se sitúa a México dentro de los 10 primeros lugares en términos de producción y exportación textil.
El motor del crecimiento mundial de esta industria ha sido la fast fashion (moda rápida en inglés), caracterizada por la producción acelerada de ropa a bajo costo y la promoción de tendencias efímeras, sin embargo, detrás de los deslumbrantes escaparates y las pasarelas de moda, se oculta una historia de contaminación y sobreexplotación de recursos naturales.
Para satisfacer la demanda constante de nuevas prendas, las fábricas textiles se ven obligadas a operar a toda velocidad, lo que significa un consumo descomunal de agua y una generación de desechos intensiva que contamina nuestro ríos y océanos, mientras que limita el acceso a agua de calidad para nuestro consumo.
Se estima que para producir un kilogramo de algodón se requieren entre 10,000 y 17,000 litros de agua. La solución fácil parece ser dejar de usar fibras naturales y sustituirlas por fibras sintéticas, sin embargo, en ese caso nos enfrentamos a otro gran problema: la ropa genera casi 100 millones de toneladas de desperdicios sólidos anuales en el mundo y, lo que es peor, mientras una fibra natural puede degradarse en una semana, una fibra sintética puede demorar hasta 500 años en desaparecer.
Volviendo al tema del consumo del agua. Se estima que para para producir unos pantalones de mezclilla se requiere de, al menos, 7,500 litros de agua. Pongamos esa cifra en perspectiva: de acuerdo con la OMS una persona necesita de 100 litros de agua diariamente pasa satisfacer sus necesidades de consumo e higiene.
Lo anterior significa que fabricar sólo unos pantalones utiliza la misma cantidad de agua que consumiría una persona durante 2 meses y medio.
La industria textil no sólo agota nuestros recursos hídricos, sino que también lleva a la liberación de productos químicos tóxicos. Los tintes, los productos químicos de acabado y otros contaminantes dañinos se filtran en ríos y cuerpos de agua, afectando a la vida acuática y la calidad del agua potable.
Entre los contaminantes más comunes que vierten las fábricas textiles a cuerpos de agua se encuentran: cloruro de sodio, sulfato de sodio, fenoles, metales pesados, solventes clorados y biocidas como el pentaclorofenol, todos ellos bastantes dañinos para plantas, animales y, desde luego, para nosotros.
Un estudio realizado por SustainYourStyle revela que la industria de la moda es responsable del 20% de las aguas residuales a nivel mundial.
Es imperativo que la industria textil adopte prácticas más sostenibles. Esto incluye la inversión en tecnologías de tratamiento de aguas residuales, la reducción del consumo de agua mediante la reutilización y la optimización de procesos, así como la implementación de métodos de producción más limpios y amigables con el medio ambiente. Las empresas textiles también deben explorar la adopción de materiales reciclados y la promoción de la moda sostenible como alternativas a la fast fashion.
El gobierno, las empresas y los consumidores tenemos un importante papel que desempeñar en este esfuerzo. Si bien la implementación de regulaciones ambientales más estrictas puede impulsar a que las empresas adopten prácticas más limpias, los consumidores tenemos una fuerza mayor pues, con nuestras billeteras podemos apoyar marcas sostenibles y reducir su consumo de moda rápida.
Es hora de cambiar el enfoque de la fast fashion y abrazar la moda sostenible, no sólo por la belleza que la moda nos aporta, sino por la belleza del planeta que compartimos.