Los Zetas, que surgieron en los noventa como un equipo de seguridad particular para proteger a Osiel Cárdenas Guillén, se convirtieron para 2010 en el cártel más temido del país.
Inicialmente, eran un grupo de entre 14 y 31 hombres entrenados en los Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales (GAFEs) que decidieron sumarse al crimen organizado. Años después llegaron a controlar prácticamente toda la costa del Golfo, desde Tamaulipas hasta Yucatán, así como los estados de Nuevo León, Coahuila y San Luis Potosí.
Su reinado de terror tuvo su punto más álgido entre 2010 y 2015. Actualmente, a pesar de no estar contemplados como una de los cárteles prioritarios para las autoridades, Los Zetas se mantienen vivos gracias a pequeñas células criminales en Colombia.
Una reciente investigación publicada por Violeta Santiago en Quinto Elemento Lab como parte del proyecto #NarcoFiles detalla los alcances que tuvo la expansión de Los Zetas en Sudamérica durante su etapa más prolífica.
Informes desclasificados de la Agencia de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) revelan que Los Zetas incursionaron en Colombia para transportar cocaína de forma directa, así como para formar alianzas con grupos locales.
Su principal aliado en dicho país fue Irineo Romero Sánchez, alias ‘El Mexicano’, quien trabajaba de la mano de Dairo Antonio Úsuga David, alias ‘Otoniel’, líder del llamado Clan del Golfo.
Además de ‘El Mexicano’ —detenido en Bogotá en 2017—, documentos filtrados de la Fiscalía General de la Nación de Colombia detectaron a por lo menos cinco cómplices de Los Zetas en tal territorio. Entre ellos está Ayman Saied Joumaa, un ciudadano colombo-libanés que entre 2005 y 2007 los abasteció con hasta 85 toneladas de cocaína.
Otro aliado del cártel de la última letra fue Omar Yesid Triana Medina, alias ‘Compadre’, quien enviaba droga desde Colombia a México, pasando por Guatemala, mediante submarinos y marcada con el logo de la petrolera Texaco.
Las más recientes operaciones de Los Zetas identificadas en los informes de la Fiscalía colombiana datan de 2016, cuando se descubrió “una compleja operación de ocultamiento de cocaína en boyas de amarre para buques”. Eran casi dos toneladas de droga perteneciente al grupo criminal emanado del Cártel del Golfo.
Pese a su decadencia en México, el legado de Los Zetas se mantiene gracias a grupos locales colombianos como Los Mexicanos, Los Z, M-Zetas, Z Gaitanistas, Locos de México y Mafia Sinaloa, facciones delictivas que tienen una estructura local.
Sin embargo, la mayoría de estos grupos no tienen ni tuvieron vínculos directos con Los Zetas mexicanos. El motivo por el cual replican su nombre —o versiones de este— es “para conservar la marca”, consideró Guadalupe Correa, autora del libro Los Zetas Inc.
Incluir referencias al brutal cártel le da a estas células colombianas “un estatus como de infundir temor, porque en Colombia lo que se conoce muy bien es la capacidad violenta de los [grupos] mexicanos, entonces de alguna forma esto como que le sube el estatus, es una forma de tratar de ganar relevancia”, expresó Andrés Preciado, director de Conflicto y Violencia Organizada de la Fundación Ideas para la Paz.
Las estructuras de las que sí existen evidencias sobre nexos con Los Zetas, de acuerdo con la investigación, son Los Z Gaitanistas y Mafia Sinaloa.
El primer grupo es señalado por diversos expedientes por las conexiones establecidas con el Clan del Golfo —distribuidor de cocaína de la última letra—, mientras que Mafia Sinaloa ha mantenido contactos igualmente con Los Zetas, el Cártel de Sinaloa y el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), así como con organizaciones de Brasil y la Mafia de Albania.