La noche del domingo 10 de septiembre, Ana María Serrano Céspedes, estudiante de medicina de la Universidad Panamericana, escribía en su laptop hasta avanzadas horas de la noche. Pero cuando se fue a dormir algo extraño ocurrió.
A la mañana siguiente, cuando despertó, Ana María no encontró su computadora por ningún lado. Se lo contó a su familiares, a su madre, que en ese momento se encontraba fuera del país, y salió más tarde rumbo a la escuela.
Ese mismo fin de semana, de acuerdo con las pesquisas de la policía, el ex novio de Ana María, Alan Gil Romero, acudió a una fiesta de alumnos del Colegio Alemán Alexander von Humoldt, donde ambos se conocieron y mantuvieron una relación de un año y medio.
Es probable que durante esa fiesta Alan se haya enterado que Ana María se encontraba sola en su casa, y que sus padres no estaban. El lunes por la madrugada, gracias a las cámaras de vigilancia del fraccionamiento Condado de Sayavedra, en el municipio de Atizapán, Estado de México, se pudo comprobar que Alan estuvo en las inmediaciones de la casa de Ana María.
Iba a bordo de su auto, un Kia al que le había quitado las placas, y llevaba el rostro parcialmente cubierto con un cubrebocas y una gorra azul marino.
Las mismas cámaras lo volvieron a captar al día siguiente. Cerca de la una de la tarde del martes 12 de septiembre, su vehículo Kia, que le habían regalado sus padres con motivo de su graduación, volvió a ser visto en el fraccionamiento donde vivía Ana María. Esta vez sí con placas.
Alan habló con la señora que ayudaba con las labores de limpieza. El testimonio de esta persona indica que Alan le preguntó por Ana María. La trabajadora indicó que la joven había salido, y que Alan actuaba de modo extraño. Ese mismo día Alan volvió a la casa de su ex novia a las seis de la tarde.
Ese fue el último día que Ximena Céspedes, madre de Ana María y directora de comunicación interna de la Coparmex, tuvo comunicación con su hija. “Acababa de llegar a la casa y se iba a poner a estudiar”. En su declaración a la policía, la mujer contró que era las dos de la mañana en Europa cuando la despertó una llamada realizada desde un número desconocido.
“Todo fue extraño. Ana María no respondió. Luego me llegó desde su teléfono un mensaje todavía más extraño: ‘Espérame tantito’. Unos 15 minutos después llegó un segundo mensaje en el que supuestamente mi hija anunciaba su suicidio y se despedía de nosotros. No había nada, absolutamente nada que indicara que ella pudiera hacer algo así”.
En ese momento la señora Céspedes le pidió ayuda a un vecino para que fuera a ver a su hija, pero cuando entró a la casa la encontró muerta en su cuarto. El cuerpo tenía señales de asfixia, pero la fiscalía no tardó en deducir que se había manipulado la escena para hacerla pasar como un suicidio. Alrededor del cuello de Ana María estaban los cordones de las cortinas. No había señales de violencia. La cerradura no estaba forzada y nada en la habitación indicaba que se hubiera dado una pelea.
Pero en el cuarto fueron encontrados la gorra y el cubrebocas de Alan. El abogado que los padres de Ana María sostuvo que los había dejado “olvidados”. Eso, y las imágenes de las cámaras de vigilancia, que esa misma tarde captaron cuando salía del domicilio, terminaron por inculparlo.
Alan le había estado enviando a Ana María mensajes cada vez más insistentes, en los que le pedía que regresara a su lado. Le había pedido que bajara de las redes fotografías en las que aparecía al lado de otro joven; le enviaba regalos, intentaba hablar con ella. Le pidieron que lo bloqueara. Ana María le comunicó más tarde a sus padres que finalmente él “ya se había tranquilizado”.
Llegó entonces el martes 12 en que todo ocurrió.
El Kia fue localizado en una casa de Atizapán, en el Estado de México. Lo hallaron el 16 de septiembre. Alan había huido a Malinalco. Pero luego de que uno de sus domicilios fuera cateado, se entregó a las autoridades.
Alan Gil Romero fue vinculado ayer a proceso. Detrás de la pecera de cristal blindado en la que compareció, se le vio callado, cabizbajo, tranquilo.