¿Por qué no hubo un sismo el 19-S? Esto dice la sismología

A lo largo de la historia, se han registrado movimientos telúricos de gran intensidad durante este mes. Aunque se han hechos fortuitos, el sismólogo Gerardo Suárez explica cuáles son los principales factores que intervienen en este fenómeno

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El suelo de la Ciudad
El suelo de la Ciudad de México (CDMX) ha reaccionado con gran amplitud a las ondas sísmicas debido a las características de su suelo. (Jovani Pérez).

Los dos simulacros nacionales realizados el 19 de septiembre tenían el objetivo de fomentar una cultura de prevención en caso de que ocurriera un sismo en cualquier momento. El último se llevó a cabo con una hipótesis de un movimiento telúrico de magnitud 8.0 en la escala Richter, con epicentro en Guerrero, una intensidad que ha sacudido a México al menos tres veces en el mismo mes de distintos años, de acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional (SSN).

Desde 1985 hasta el 2022, el país ha experimentado tres sismos mayores a siete grados que han dejado aprendizajes en la población. El último de ellos, ocurrido en 2022, alcanzó una magnitud de 7.7. El primero registrado en esta fecha ocurrió en 1985, con 8.1 en la escala Richter. Tras estos escenarios, el SSN ha recordado a la población que México se encuentra delimitado en el “cinturón de fuego”, zona de alta actividad sísmica donde intervienen cinco placas tectónicas.

Los sismos son considerados fenómenos naturales imprevisibles, pero persiste la idea de que septiembre ha sido un período de especial actividad sísmica en México. El investigador y sismólogo Gerardo Suárez, del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explicó en entrevista con Infobae México que es inexistente la relevancia de una fecha respecto a la ocurrencia de un sismo; sin embargo, hay observaciones empíricas de un patrón en la repetitividad de estos fenómenos en ciertos territorios.

Un fenómeno fortuito con coincidencias en septiembre

México está expuesto a la actividad sísmica debido a la Placa de Cocos y la Placa de Norteamérica. Septiembre ha demostrado ser particularmente propenso a este fenómeno: desde 1900 hasta 2022, se han registrado un total de 66 sismos de acuerdo al análisis de Infobae México. Al respecto, Suárez aclaró que los datos solo indican coincidencias extraordinarias, y si se hace este ejercicio con otra combinación de magnitudes, fechas y meses, se obtendría algo diferente. Incluso los colegas del experto han identificado que diciembre es, por una escasa diferencia, el mes con mayor actividad sísmica. Sin embargo, “no hay una correlación geológica”.

Gerardo Suárez, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aclaró que la idea de un sismo cada cierto tiempo, como solía creerse con la recurrencia de actividad sísmica el 19 de septiembre, carece de fundamento científico.

A lo largo de la historia de México, ha habido una región que se destaca como epicentro recurrente de los sismos que ocurren en septiembre, mayores a cinco grados. El estado de Chiapas ha tenido 29 de estos fenómenos a lo largo de 122 años. La segunda entidad que concentra más movimientos telúricos es Oaxaca, con 10 de ellos. La mayoría ha superado la mediana intensidad y fue perceptible en otras partes del territorio nacional, de acuerdo a los datos del SSN.

Las variables que hacen esto posible son las placas tectónicas. La Placa de Cocos se encuentra en proceso de subducción con la Placa de Norteamérica, lo que significa que una se está hundiendo debajo de la otra. Esta interacción genera tensiones acumuladas que, eventualmente, se liberan en forma de sismos, como mencionó Suárez y enfatizó en que la zona costera de México, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Jalisco, sufre una interacción constante.

Lo que genera más actividad sísmica debido a que estos territorios se encuentran entre las fronteras de estas placas. Existe una relación entre la geografía y la sismicidad, lo que hace propenso un fenómeno natural de esta clase que tampoco se puede prever. En contraste, “hay lo que se llama un período de recurrencia; pero es inexacto”. Lo anterior se usa para hablar de estos temas solo como una aproximación.

La experiencia de México con los movimientos telúricos aún necesita ampliarse y estudiarse. A pesar de las coincidencias en la ocurrencia de estos fenómenos el 19 de septiembre, sería incorrecto suponer que existe un patrón en esa fecha en específico.

El único de estos factores que posee periodos geológicos son las placas tectónicas. Suárez explicó que se mueven con cierta longitud de forma anual: la de Cocos se mueve a cinco centímetros al año con respecto a la de Norteamérica, donde está el país, y el movimiento produce los sismos que se han presenciado en la costa de México. La del Caribe se mueve mucho más lento, a dos cm al año y es una zona más difusa, pero el movimiento relativo con probabilidades de causar un movimiento telúrico intenso.

Las características que los sismos ocurridos en septiembre deberían tener para ser considerados un patrón ante la sismología se relacionan con los fundamentos físicos. Además, se tomaría en cuenta la repetitividad de los sismos. Se ha observado que cada cierto tiempo ocurren estos fenómenos con distintos grados de intensidad, algo llamado “tiempo de recurrencia”, como explicó Suárez. El término solo se usa para evaluar el peligro sísmico, pero eso es una observación empírica y ha sido difícil de comprobar.

La interacción entre estos factores genera sismos de diversas magnitudes; incluso una dinámica lenta y poco intensa podría provocar un movimiento telúrico con una percepción considerable.

Los sismos en septiembre carecen de un patrón predecible

Si se retrocede aún más en el tiempo, aparece un sismo insuperable en términos de magnitud y devastación. El 28 de marzo de 1787, México fue testigo del terremoto más fuerte en su historia, con una magnitud estimada de 8.4 a 8.6 en la escala Richter y su epicentro se ubicó entre las costas de Oaxaca y el sur de Guerrero. El incidente provocó un tsunami con olas de 18 metros de altura, que dejó pocas víctimas pero incalculables pérdidas materiales.

Un episodio así, aunque posible, permanece con probabilidades inciertas de que ocurra otra vez. Las razones se relacionan con la variabilidad del suelo, el tipo de estabilidad en él y las condiciones en las que se produce un movimiento. Suárez aclaró que se estudian los tipos de superficies en el país y la respuesta que tienen con las ondas sísmicas de eventos locales o extranjeros.

“El suelo de la CDMX es complicado porque se construyó en sedimentos con alto contenido de agua, son como una gelatina”, explicó el experto. Cuando las ondas sísmicas llegan, las bases de la capital se mueven con amplitud pronunciada en la parte central de la cuenca, pero en la parte alta el movimiento es menor. “Tenemos que aprender cómo es el movimiento de los suelos para saber cómo reaccionan las construcciones”, concluyó.

La capital tiene unas condiciones en la superficie que la hacen propensa a sufrir las repercusiones intensas de un sismo, ya que está construida sobre sedimentos con agua, lo que hace que la estabilidad sea cambiante

Respecto a las probabilidades de vivir un sismo en una fecha en específico que coincida con años anteriores, la UNAM ha insistido en que es imposible asegurar que exista un patrón predecible. Incluso afirmó que durante el 19 de septiembre hubo un 0.000000005% de posibilidades para que otro movimiento telúrico ocurriera. Suárez esclareció que se necesita una historia más larga, pues solo se tienen registros históricos de sismos de hace 450 años. “Los sismos son fenómenos geológicos, entonces no podemos decir que haya una repetitividad de esa naturaleza”.

Aunque los sismos han ocurrido en las mismas fechas de diversos años, en septiembre aún se descarta un patrón de actividad sísmica. De acuerdo con Suárez, se necesitan más investigaciones y argumentos científicos para establecer que estos fenómenos tienen un comportamiento predecible durante este mes. Además, aún se consideran como eventos fortuitos o coincidencias históricas.

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