El 16 de diciembre de 2009, Arturo Beltrán Leyva, uno de los narcotraficantes más poderosos de los últimos años, fue abatido por la Marina en un lujoso complejo residencial al norte de Cuernavaca, en el estado de Morelos.
También conocido como “El Barbas”, el “Botas Blancas” o el “Jefe de Jefes”, Arturo Beltrán pasó sus últimas horas atrincherado junto a varios de sus hombres en el conjunto residencial Altitudes “Punta Vista Hermosa”, donde se batieron a muerte con las fuerzas de seguridad.
Cinco días antes la Armada ya había irrumpido en una fiesta que se celebró en un pueblo cercano a Tepoztlán, Morelos, donde se encontraban el “Jefe de Jefes” y Édgar Valdez Villarreal, alias “La Barbie”, quienes consiguieron escapar tras una fuerte balacera en la que murieron tres sicarios y otros once fueron detenidos.
Los soldados se movilizaron por tierra y aire para rodear al edificio donde fue localizado el capo, y también para desalojar las residencias contiguas. Pese a ser superados en número por los marinos, los sicarios del “Barbas” se hundieron hasta el final en el mismo barco que su patrón.
A los oficiales les dieron la bienvenida con un intenso fuego que duró cerca de cuatro horas.En ese intervalo de tiempo, los sicarios del Barbas arrojaron unas 20 granadas de fragmentación contra el personal de la Secretaría de Marina-Armada de México.
“Nos llevó algún tiempo poder neutralizarlo, aproximadamente desde que empezó la operación fueron cuatro horas (...) Cuando estaba cercado en el área donde se capturó, él empezó hacer fuego y lamentablemente usó granadas”, declaró el almirante José Luis Vergara.
La violenta contienda terminó cuando los Marinos pudieron ingresar al último eslabón donde se atrincheraba Arturo Beltrán Leyva. Las fotos del operativo hablaron por sí solas: paredes, muebles y ventanas cubiertas de sangre, además de un piso tapizado de casquillos de armas de grueso calibre.
El jefe de uno de los cárteles más violentos de México había sido abatido y perforado por innumerables balas, junto con cuatro sicarios, de los cuales uno optó por suicidarse antes de ser atrapado, según la versión oficial.
Las imágenes de la balacera que salieron a la luiz revelaron que el departamento de Arturo Beltrán Leyva quedó como un auténtico campo de batalla: manchas de sangre, casquillos de grueso calibre regados en el piso y las paredes totalmente agujereadas.
Pero fue una fotografía la que destacó del resto. La imagen exhibió el cuerpo del narcotraficante desnudo, ensangrentado y cubierto de billetes y doláres americanos.
El diario Reforma aseguró en aquel entonces que el narcotraficante había sido expuesto de esa forma “para mandar un mensaje”, pero la Secretaría de la Marina desmintió dicha versión “categóricamente”.
“Se niega categóricamente cualquier participación en ese montaje, en esa fotografía, no tenemos absolutamente nada que ver (...) No permitiríamos nosotros en ningún momento que se llevara a cabo la exposición de un cadáver de esa forma”, aseguró un capitán de la Armada que prefirió no dar su nombre.